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La Exesposa Millonaria Bajo el Velo romance Capítulo 11

—Todo para ti.

Nora dejó de llorar de golpe y extendió sus manitas.

Bastián...

...

Úrsula llegó al piso de arriba guiada por una de las encargadas del hotel, tal como lo había pedido Bastián. Cuando estuvo frente a la puerta, no pudo evitar sentir los nervios revoloteando en su estómago.

Después de todo, iba a enfrentarse a Bastián.

La encargada tocó el timbre y, en cuanto abrieron la puerta, le hizo una señal a Úrsula para que pasara.

Úrsula respiró profundo, como si se armara de valor por dentro, y entró.

Thiago la condujo hasta donde estaba Bastián.

—Señor —avisó Thiago.

Bastián levantó la mirada y la clavó en Úrsula.

Ella, desesperada, buscó a Nora con la mirada, temiendo que la niña estuviera sufriendo por culpa de Bastián.

Pero lo que vio la dejó atónita: la pequeña estaba sentada muy cómoda en el sofá, rodeada de paletas de todos los sabores, comiéndolas contenta.

Úrsula no pudo creerlo. “Pequeña traviesa, aquí tu madre casi se vuelve loca buscándote y tú tan campante, comiendo dulces…”

Sin perder tiempo, se acercó rápido.

—Nora, ya vine, mamá está aquí —dijo apurada.

Nora levantó la carita y, al ver a Úrsula, se iluminó de alegría, lista para gritar “madrina”, pero Úrsula le guiñó el ojo al instante.

Nora parpadeó, confundida al principio, pero como era lista, siguió el juego sin dudar.

—Mami, ¡por fin llegaste!

Úrsula la abrazó enseguida, apretándola fuerte.

La mirada de Bastián se posó sobre ellas.

—¿Eres la madre de la niña?

Sentir la mirada de Bastián le aceleró el corazón a Úrsula, pero intentó aparentar calma.

—Sí, yo soy su madre. Ya me enteré de todo lo que pasó. Si hubo algún daño, le pago absolutamente todo.

Bastián entrecerró los ojos, tan intensos que parecía atravesarla, como si intentara ver el torbellino de nervios que traía por dentro.

—La persona con la que hablé por teléfono hace rato no eras tú.

El tono no coincidía.

Úrsula no podía titubear. Si dudaba, la descubrirían enseguida.

—Señor, claro que era yo quien habló con usted. ¿Acaso cree que no soy la madre de la niña?

Bastián no respondió, la miró serio, con esa presión en el ambiente que casi podía sentirse.

—Si no me cree, puede marcar nuevamente al número de hace rato y comprobarlo usted mismo.

En ese momento, Nora abrazó a Úrsula por el cuello.

—Mami, ¿ya nos podemos ir?

—Espera un poco, Nora. La mamá tiene que terminar de hablar con el señor y ya nos vamos.

Después de ver a la niña llamando “mamá” a Úrsula, Bastián dejó de dudar.

Aun así, él no era tan fácil de engañar.

—Explícame entonces por qué tu hija escribió en mi carro algo como “desgraciado que abandona a su esposa e hijos”. ¿Nos conocemos acaso?

La verdad era que Úrsula y Bastián se habían visto un par de veces, pero hacía unos seis o siete años. Bastián, por supuesto, no la reconocía.

—Perdón, fue un error de mi hija. Se equivocó de carro.

—¿Equivocarse de carro?

—Sí.

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