Todavía tenía que cargar con la aparición repentina de una niña muerta, la cual ahora ayudaba a Karla a enfrentarla.
Qué coraje.
De verdad, era para volverse loca.
Después de terminar el almuerzo, Bastián le pidió a Thiago que siguiera intentando localizar a los padres de Nora.
Karla, por su parte, tenía pensado irse apenas terminara de comer. Su madre, antes de fallecer, le había dejado una pequeña casa de tres pisos, no muy grande, apenas pasaba de cien metros cuadrados. Como todavía tenía pendiente el trámite del divorcio con Bastián, seguramente tendría que quedarse un tiempo en la ciudad, así que planeaba regresar a esa casa y establecerse ahí por un tiempo.
Pero ahora, con Nora en casa de Bastián, ¿cómo podía irse tranquila?
Karla debía encontrar la manera de llevarse a Nora.
Nora quería salir a jugar al jardín, así que Karla aprovechó la excusa y salió con ella.
Desde un rincón, Tamara observaba con el ceño fruncido cómo ambas se alejaban. Al verlas salir, fue directo hacia Bastián.
—Bastián…
El rostro delicado de Tamara aún mostraba las marcas de dos palmadas, lo que le daba un aire lastimoso y frágil. Aunque sólo estaba ahí parada sin hacer nada, su aspecto despertaba de inmediato ganas de protegerla.
Tamara siempre se había mostrado como la persona buena y sensible; en los conflictos con Karla, su carácter suave contrastaba con el temple directo de Karla, haciendo parecer que Karla era la agresora.
Por eso, Bastián también lo percibía así en esta ocasión.
—Bastián, perdóname, es mi culpa, si hubiera sido más paciente con Karla, no habríamos terminado peleando hoy y haciendo que los mayores se molestaran.
Bastián la miró de reojo.
—No debiste mencionar a los padres de Karla —le soltó, sin rodeos.
—Yo… —Tamara bajó la mirada y se mordió los labios—, pero ella fue la que me insultó primero…
—Ya estuvo, olvida el asunto. No quiero que sigas mencionándolo —cortó Bastián, su expresión impasible, sin un solo atisbo de emoción.
Tamara se sintió herida. Recordó las palabras de Karla sobre que aún no estaban divorciados y la ansiedad se le subió al pecho.
Se acercó un poco más a Bastián, y le dijo:

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