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La Exterminadora de Mosquitas Muertas romance Capítulo 9

—¡No dejes de gritar! —exclamó una voz detrás de la puerta, mientras los insultos seguían lloviendo afuera.

Beatriz, acorralada, soltó un chillido instintivo.

—¡Hermana, soy tu hermana! ¿Cómo pudiste hacerme esto a propósito? ¡Me duele el corazón, me duele mucho…!

—¡Bea! —Romina reaccionó al instante, arrojándose con lágrimas en los ojos para abrazarla.

—¡Estela, mírala! ¿Ya quedaste satisfecha de ver a Bea así? Luciano, por favor, haz algo, ayúdala, ¡sabes que su corazón es delicado…! ¡Ay, Dios, qué desgracia la nuestra, la mía y la de mi hija!

Luciano se quedó mirando el rostro de Estela, los músculos de la cara temblando de pura rabia. Si hubiera sabido que todo acabaría así, quince años atrás la habría dejado morir. ¿Por qué no podía entender las cosas? Por el bien de la familia Miranda y el futuro de Bea, sacrificar a una hija no sería el fin del mundo.

Cuanto más lo pensaba, más le hervía la sangre. De pronto, estampó la mano sobre la mesa.

—¡Ya basta! ¡De este tema no se habla más!

Estela apenas alzó la mirada, sus ojos afilados.

—¿No se habla más? Bea me difamó, me tendió una trampa, perdí mi matrimonio y mi reputación. Ahora que todo salió a la luz, ¿pretendes que lo deje pasar? ¿Dices “ya basta” y aquí no pasó nada, y mi hermana se va de rositas?

Luciano se puso todavía más furioso.

—¿Entonces qué quieres? ¿Que Bea se arrodille para pedirte perdón? ¡Ya dijo que no fue ella! ¿Para qué sigues dándole vueltas a esto?

En ese instante, los ojos de Estela se volvieron gélidos, cortantes como puñales.

—Así que, según tú, todo esto es porque yo soy la problemática. Con que la señora Peña y mi hermana lloren un poco, ya pasan de ser las culpables a las víctimas. De veras, yo no tengo con qué competirles.

Del otro lado de la puerta, una enfermera negó con la cabeza, llena de lástima.

[El presidente Miranda sí que no tiene remedio, siempre del lado de la hija ilegítima. Pobre Estela…]

[¿Qué se puede esperar de un tipo infiel? Seguro la amante ya lo tiene comiendo de la mano.]

[No me extraña que la reputación de Estela esté por los suelos, con una madrastra tan manipuladora y esa hija bastarda al acecho, ¿qué futuro puede tener?]

Beatriz lloraba desconsolada.

—No es cierto, yo no… ¡ah…!

De repente, se llevó la mano al pecho y se desplomó. Romina logró atraparla antes de que cayera al suelo.

Fernando, viéndola así de débil, no pudo contenerse.

—Estela, ya viste cómo está Bea, ¿por qué tienes que ser tan dura?

Luciano, fuera de sí, estrelló una taza de café contra la pared.

Capítulo 9 1

Capítulo 9 2

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