Llegado a este punto, el señor Pérez bajó la voz y le dedicó a Sabrina una sonrisa cómplice.
—Además, todos tienen certificados médicos rigurosos. Están sanos y muy limpios. —Miró de reojo a Sebastián, que estaba sentado al otro lado, y añadió en un susurro—: Le aseguro que no le piden nada al que trae a su lado.
Sabrina se quedó sin palabras.
Ahora entendía por qué los hombres poderosos y ricos siempre estaban rodeados de tantas mujeres. No solo había quienes se les ofrecían voluntariamente, sino que incluso sus socios comerciales les organizaban este tipo de «entretenimiento».
Pensándolo bien, André Carvalho, a excepción de Araceli Vargas, nunca había tenido a otra mujer a su lado en todos estos años. ¿Podría considerarse un hombre decente y fiel?
Mientras reflexionaba, los cinco hombres en el escenario comenzaron su actuación.
Empezaron con una coreografía de baile enérgica, al estilo de una *boy band*.
La música era vibrante, y los atractivos bailarines se entregaban al máximo, lanzando besos al aire y guiños coquetos en dirección a Sabrina.
Había que admitir que el señor Pérez tenía buen ojo. Los hombres que había elegido eran perfectos tanto en apariencia como en físico.
Sin embargo…
Comparados con Sebastián, les faltaba algo.
A Sabrina no le importaban mucho los rumores que circulaban sobre ella y Sebastián, pero de vez en cuando le llegaban los chismes, sobre todo de parte de los Ramos.
Siempre había sabido que Sebastián era atractivo, pero entre la naturaleza de su relación y la cantidad de enemigos que la rodeaban, nunca se había detenido a pensar demasiado en su apariencia.
Pero ahora, al recordar la imagen de Sebastián saliendo del baño esa misma mañana, sintió que las mejillas le ardían de nuevo.
El cuerpo de Sebastián… también se veía bastante bien.
La forma de sus músculos era increíble. Se preguntó cómo se sentirían al tacto…
Sabrina miraba el espectáculo en el escenario, aparentemente concentrada, pero su mente estaba reviviendo lo que había pasado durante el día.
«¿Qué me pasa?», se preguntó. «¿Será el estrés del trabajo? ¿Cómo es que de repente estoy deseando a Sebastián?».


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