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La Heredera del Poder romance Capítulo 2978

Sisy, siempre tan atenta, dijo:

—¡Gracias, hermana!

Kiki también se sumó:

—Gracias, hermana.

—De nada —respondió Bianca con una sonrisa.

Mientras tanto, Marina observaba la escena con una pizca de burla en la mirada.

Al final, los niños seguían siendo niños. Era impresionante cómo Bianca había logrado ganarse su confianza en tan poco tiempo, sin reservas ni sospechas.

Sin embargo, la expresión de Marina cambió rápidamente. Aunque Bianca era todavía una niña, no era como las demás.

¿A qué otro niño se le ocurría ser autora de cómics a tan corta edad? Eso solo podía ser cosa de buena genética.

Marina se convenció aún más: sus propios hijos, en el futuro, seguro serían incluso mejores que Bianca.

¿Cómics?

Eso no era una profesión de verdad.

Mientras más lo pensaba, más orgullosa se sentía, ya imaginando un futuro brillante para sus hijos.

Kiki, guardando el sobre rojo con dinero, miró a Bianca y le preguntó:

—¿Me puedes comprar un muñeco de superhéroe?

¿Superhéroe?

Bianca frunció el ceño, sorprendida.

No podía creer que una niña de casi once años pidiera eso. A esa edad, ¿todavía jugaba con muñecos de superhéroes?

—Claro —asintió Bianca.

Kiki, entusiasmada, agregó:

—¡Quiero tener toda la colección de los héroes!

—Está bien —volvió a asentir Bianca.

Kiki se puso feliz y, mirando a Bianca, declaró:

—Entonces, ¡de ahora en adelante eres mi hermana mayor de verdad!

Bianca no pudo evitar soltar una carcajada.

Al poco rato, Bianca sacó su celular:

—Dime la dirección de tu casa.

Kiki no tenía idea de la dirección, así que Marina intervino de inmediato:

—Es en el Conjunto Jardines, edificio 5, departamento 601, en la calle Laguna número 663.

—Perfecto —Bianca anotó el dato en su teléfono.

Disimuladamente, Marina empujó a Sisy hacia el frente. Sisy, sonriente, se animó a pedir:

—Hermana, ¿me podrías regalar un piano?

Un piano.

Al escuchar eso, la mirada de Bianca se apagó por un momento.

Hubo un tiempo en el que ella también soñó con tener un piano. Le daba envidia ver a las niñas vestidas de gala tocando hermosas melodías en conciertos. Pero a ella solo le tocaba mirar de lejos y soñar.

—Por supuesto —respondió Bianca.

Sisy se emocionó:

—¡Gracias, hermana!

—No tienes que agradecerme —dijo Bianca con amabilidad.

Sisy jamás había creído que tener una hermana extra fuera algo bueno, pero en ese instante deseó que Bianca fuera su hermana para siempre.

En este mundo, nada es realmente infalible. Si acaso hay algo que lo resuelve todo, ese algo es el dinero.

No existe problema que el dinero no pueda solucionar. Y si una suma no es suficiente, pues que sea una fortuna.

De niña, Marina nunca le respondió esa pregunta.

Pero ahora los tiempos habían cambiado.

Bianca acompañó a Marina y a sus hermanastras hasta la entrada del hospital.

Luego fue directo al mostrador de enfermería:

—Señorita Dora.

Al escuchar su voz, Dora levantó la cabeza:

—¡Bianca, qué bueno que llegaste!

—¿Vamos, señorita Dora? —preguntó Bianca.

—¿Ya se fue tu mamá? —inquirió Dora.

—Sí.

Dora revisó el cuaderno de guardias a su lado:

—Espera un momentito, ¿sí?

—Claro —dijo Bianca.

Después preguntó:

—¿Hoy está la señorita Yllescas?

Dora negó con la cabeza:

—No, hoy no vino, pero no te preocupes, ya dejó todo listo y explicado.

—Perfecto.

Al terminar su trabajo, Dora se levantó de la silla:

—Bueno, Bianca, ¿vamos primero a la veterinaria?

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