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La Heredera del Poder romance Capítulo 3018

Ella ya se había divorciado de Zeus, así que para Hanna lo mejor era mudarse cuanto antes.

Al escuchar eso, Hanna dudó un poco y dijo:

—Mamá, yo... yo no quiero irme de la casa.

—¿No quieres mudarte? —Rosana la miró con incredulidad—. ¿Por qué?

Hanna bajó la mirada y contestó:

—Quiero estar con papá.

Rosana ya estaba cerca de los cincuenta años. Había visto cómo Amanda, después de su segundo matrimonio, se casó con un empresario rico. Se dejó llevar por la emoción y se divorció de Zeus, creyendo que ella también podría tener la misma suerte y casarse con un millonario. Pero la realidad era otra.

No todas tenían la suerte de Amanda, ni todas podían casarse con un hombre adinerado.

Al oír la respuesta de Hanna, Rosana no pudo evitar molestarse:

—¡Hanna, qué estás diciendo! ¿Para qué te quedas con él? ¡Tu papá es un inútil! ¿Qué puede darte él?

A nombre de Zeus solo había dos departamentos y un par de coches. Sus ahorros apenas llegaban a siete cifras, y con eso no le podía dar a Hanna la vida de lujos que Rosana soñaba.

Hanna miró a su madre y le dijo con calma:

—Mamá, yo creo que lo que estás haciendo es muy arriesgado. Mejor vuelve con papá y aclara todo, pídele que te perdone. Al final han pasado muchos años juntos, estoy segura de que si le explicas, él te va a perdonar.

Al escuchar esto, Rosana se alteró aún más y le gritó:

—¡Hanna, por favor! ¿Por qué tendría que pedirle perdón yo? Si él hubiera sido un hombre de verdad, si hubiera hecho algo con su vida, no llegaríamos a esto. ¡No tengo por qué arrepentirme!

Según Rosana, la culpa era de Zeus: nunca le dio la vida que ella quería.

Rosana continuó:

—¿Te acuerdas de Amanda? Antes ni se atrevía a mirarme de frente. ¡Y mírala ahora! Es la esposa de un hombre riquísimo, y yo... yo ni siquiera soy mejor que la muchacha que le ayuda en la casa.

Mencionar eso la llenaba de rabia.

—Mamá, cálmate, déjame explicarte —le dijo Hanna—. Aunque papá no tenga el dinero de Adolfo, nunca te ha hecho pasar necesidades. Solo las dos casas que tiene en Ciudad Real valen millones. Piénsalo bien, ¿cuántas de tus amigas no envidian tu vida?

Entre la gente común, Rosana no era precisamente una más del montón. ¿Cuántas personas no luchan toda su vida por tener solo una casa?

Rosana antes pensaba igual que Hanna, pero ahora su ambición era otra.

—Hanna, tú no entiendes —suspiró Rosana—. Así que no quieres mudarte de la casa de tu papá, ¿verdad?

—Perdón, mamá —dijo Hanna—, pero no puedo arriesgarme así. Ahora mismo no tienes nada. Con papá por lo menos no tengo que preocuparme por una casa o un coche.

Al ver que su hija no confiaba en ella, Rosana no se enojó más. Solo le contestó:

—Hanna, ya lo verás, algún día vas a ser igual que Lys: una señorita de sociedad, reconocida y respetada.

Que Hanna no le creyera ahora no importaba. Un día le demostraría que podía lograrlo.

—Mamá —Hanna tomó un sorbo de café—, yo creo que deberías pensarlo bien, no vaya a ser que después te arrepientas.

¿Arrepentirse? Rosana sonrió:

—No te preocupes, no me voy a arrepentir.

¿Por qué tendría que hacerlo?

***

Ese mismo día, era el cumpleaños de Sofía Yllescas.

Amanda y Adolfo llevaron al pequeño Zane a la mansión de la familia Lozano para celebrar y de paso hacerle compañía a Sofía.

Sofía, algo apenada, les dijo:

—Por un cumpleaños no debieron molestarse en venir.

—No pasa nada —respondió Amanda—, vivimos cerca y es bueno que nos juntemos a platicar.

Sofía tomó en brazos a Zane y preguntó sonriendo:

—¿Y Lys?

—Lys y Beltrán dijeron que vendrían en la noche.

Sofía, curiosa, preguntó:

—¿Y cómo van ellos dos?

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