La Heredera Divorciada Billonaria romance Capítulo 941

En un instante, los ojos de Sean temblaron y sus movimientos se paralizaron, en ese momento los guardaespaldas se abalanzaron sobre él.

Cuatro o cinco guardaespaldas inmovilizaron su cuerpo para que no pudiera mover un músculo.

Sean miró a Yvette con una mirada inyectada con sangre.

“Te dije que me divorciaría. ¿No puedes esperar un día?”.

La voz de Yvette todavía estaba ronca por tanto sollozar cuando dejó escapar un grito desgarrador.

“¡Vete a la m*erda con tu divorcio! Fui realmente estúpida al dejarme engañar por ti. Vuelve y vive con tu esposa. ¿Crees que mereces estar conmigo?”.

¿Por qué ella no se dio cuenta antes de que el corazón de este hombre era negro?

¡Ella solo quería hacer pedazos a este hipócrita Sean Moore!

La temperatura en la habitación bajó repentinamente.

La mirada de Sean tembló fuertemente. Grant lo miró con indiferencia y salió a grandes pasos con Yvette en sus brazos.

Cuando se fueron, una ráfaga de viento frío entró, vacía y desierta.

La expresión de Sean era extremadamente fea. Sus ojos eran oscuros y fríos, y su estado de ánimo era extremadamente bajo.

Hellen se quedó allí, ignorando el dolor de su brazo dislocado. Ella lo miró con el rostro cubierto de lágrimas y moco.

"Señor…".

“¿Quién te dijo que hicieras esto? ¿No te dije que no le abrieras la puerta a nadie?”.

No había emoción en su voz.

Cuanto más era así, más inescrutable se volvía, como un pozo sin fondo.

Su ojo mirándola era como agua estancada, haciéndola sentirse sofocada.

De repente, Hellen levantó la vista y vio el rostro sombrío de Sean.

"No mientas o haré que pierdas tu otro brazo".

Helen se congeló. Ella había visto el poder de esta gente rica antes. Ellos nunca daban a otros la oportunidad de dudar o retroceder.

¿Por qué tenía que sufrir así en su vejez?

Ella dudó por unos segundos antes de hablar con lágrimas en los ojos.

“Tu esposa me pidió que hiciera esto. Ella dijo que te separarías de la Señorita Quimbey tarde o temprano, y luego perdería mi trabajo. Si la ayudaba, me dejaría trabajar para ella después. Ella duplicaría mi salario e incluso buscaría un trabajo para mi hijo. Todo lo que tenía que hacer era encontrar una oportunidad para abrirle la puerta a su gente…”.

"¿Su gente?".