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La Heredera: Gambito de Diamantes romance Capítulo 789

Paulina sujetaba con ambas manos el cuello de su sudadera, incómoda, y se giró de espaldas.

—Yo quería ir hoy a Lago Negro a buscar a mi mamá…

Después de lo que Carlos le había hecho pasar, estaba destrozada de verdad.

Si ahora le tocaba pelear, lo primero que iba a sentir sería el dolor en las piernas.

Todo este tiempo, lo que su amiga le había enseñado era, básicamente, el arte de correr y huir.

Pero ahora…

Carlos la había dejado tan agotada que ni sentía las piernas como propias; si realmente intentaba correr, seguro que no llegaba ni a la esquina.

No le quedaba de otra más que dar la cara y enfrentar lo que viniera.

Al escuchar a Paulina decir que pensaba ir a Lago Negro a buscar a su mamá, Carlos se quedó pensativo un segundo.

—¿Quieres ir a Lago Negro?

Paulina asintió.

—Sí, claro.

¿Y por qué se había puesto a entrenar con Vanesa? Pues solo por poder regresar a Lago Negro y ayudar a su mamá.

Después de esos veinte días soportando las broncas y entrenamientos de Vanesa, Paulina sentía que los problemas que giraban alrededor de su madre ya no le daban tanto miedo.

Enfrentar situaciones que te dejaban sin aire, lo peor que podías hacer era dejarte llevar por el miedo.

Vanesa, en ese tiempo, había conseguido que ella lo dejara atrás.

Ahora solo faltaba meterse de lleno y ver cómo moverse.

Carlos frunció el entrecejo, y le pasó un vaso de leche.

—Por ahora, no deberías ir a Lago Negro —dijo con seriedad.

—¿Eh?

—Mandé a mi gente para que ayudara a tu mamá. Ahorita la cosa en Lago Negro ya se calmó, y tu mamá tiene la ventaja —explicó Carlos.

—¿Tu gente fue a ayudar a mi mamá? —preguntó Paulina, incrédula—. ¿Y ya se arregló todo?

Eso…

¿Lago Negro, con todo el caos que tenía, ya estaba controlado solo así?

Carlos la miró.

—¿Y?

Paulina se quedó callada, sin saber bien qué decir.

Al ver la mirada de Carlos, que normalmente era tan dura pero ahora tenía un dejo de suavidad, Paulina negó con la cabeza.

—No, no es nada… solo que… ¿por qué me ayudas tanto?

La última vez que hicieron un trato, él solo había prometido que le dejaría ver a su mamá.

Pero ahora hasta había mandado a su gente a ayudarla.

¿Eso era ganancia extra?

Bueno, aunque pensándolo bien… desde ayer hasta hoy, él no dejaba de hacerla suya una y otra vez. ¿No sería que estaba cobrando por otros lados?

Paulina lo miraba cada vez más raro.

Carlos arqueó la ceja.

—¿Qué significa esa mirada?

Paulina tosió dos veces y, titubeando, preguntó:

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