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La Heredera: Gambito de Diamantes romance Capítulo 793

Carlos jaló a Paulina de la arena y la cargó directo hacia una de las tumbonas.

Al ver la expresión seria de él, Paulina se puso nerviosa y empezó a forcejear.

—¿Qué te pasa? ¡Suéltame ya!

El recuerdo de lo que había pasado anoche en el baño le hizo latir más rápido el corazón.

—¡Maldito seas... no irás a hacer una locura aquí, verdad? Aunque la isla parecía tranquila, seguro había alguien escondido por ahí.

Paulina sintió un cosquilleo de pánico.

Carlos la dejó caer sobre la tumbona y se inclinó sobre ella, rodeándola por completo. En ese instante, Paulina soltó apresurada:

—¡Ya, ya! ¡No voy a decir nada! ¡Era broma!

Mira nada más, por mencionar su tamaño y se había puesto así de furioso.

Pero, ¿y él? ¿Acaso no tenía derecho a enfadarse cuando hablaba de su cuerpo frente a extraños?

Carlos le sujetó la quijada y le plantó un beso fuerte, sin previo aviso.

Paulina quedó pasmada.

—¡¿?!

Por dentro, sentía que la vida la estaba castigando.

No quería estar ahí en esa situación, pero tampoco podía resistirse.

Por suerte, Carlos no era tan descarado ni tan impulsivo como ella temía. Pronto, se apartó de sus labios, aunque su respiración seguía rozando la de ella.

—Te andas haciendo la valiente, ¿eh?

Recordó cómo, antes, Paulina apenas y se atrevía a mirarlo. Con una sola mirada suya, la chica se ponía nerviosa, casi se encogía de miedo.

No podía negar que en las últimas semanas, desde que andaba pegada con Vanesa, su valor había crecido bastante.

Paulina gimió, incómoda.

—Ya levántate, ¿sí?

La posición en la que estaban era demasiado comprometedora.

Temía que Carlos perdiera el control allí mismo, sin importarle el día ni el lugar.

Después de todo lo de ayer, la noche y hasta la mañana… Paulina sentía el cuerpo deshecho.

Carlos acercó la nariz a la de ella, tan cerca que sus respiraciones se mezclaban.

—Vanesa te está echando a perder.

—No digas eso de mi amigui —replicó Paulina—. Ella no me enseñó nada de esto.

En el fondo, Vanesa sí le había enseñado algunas cosas, pero ninguna de ese tipo.

Lo que más le había repetido, día tras día, era lo mucho que detestaba a Dan.

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