Esteban recibió la noticia y regresó a la familia Allende lo más rápido que pudo.
Apenas entró en la habitación, escuchó el celular de Isabel vibrando sobre la mesita de noche.
Isabel estaba profundamente dormida.
El hombre se acercó con pasos largos, pero silenciosos, y tomó el celular con sumo cuidado.
Salió al instante de la habitación, procurando no perturbar el sueño de Isabel.
En el trayecto de regreso, había escuchado a su madre decir por teléfono que alguien lloraba desconsoladamente.
La llamada era de Paulina.
Esteban contestó:
—¿Bueno?
—¿Eh? Ah, sí, ¿es usted, señor Allende?
Paulina reconoció la voz de Esteban y se sintió un poco incómoda.
—¿Buscabas a Isa por algo? —preguntó él, directo.
—No, no es nada importante. ¿Isa está bien?
En ese momento, Paulina se dio cuenta de que tenía mucho tiempo sin escuchar la voz de Isa.
Desde que su amiga la llevó a la isla, no había vuelto a platicar con Isa.
—Todo bien, está embarazada y le da por dormir mucho —respondió Esteban, con un tono tranquilo.
—¿Ah? ¿Está dormida? Entonces no la molesto.
Paulina colgó rápidamente.
Cuando estaba cerca de Carlos solía sentir que ese tipo era un témpano de hielo y daba miedo.
Pero Esteban… solo con escucharlo por teléfono ya se sentía intimidante.
Terminó la llamada.
Esteban miró el número, dudó un poco, pero decidió borrarlo.
Lorenzo subió con unos documentos importantes para llevarlos al estudio. Al ver a Esteban afuera, le saludó respetuoso:
—Señor.
—¿Carlos y los demás ya llegaron a Littassili?
Lorenzo asintió:
—Sí, por el horario ya deben estar allá.
Esteban cerró los ojos un instante, pensativo.

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