La Heredera: Gambito de Diamantes romance Capítulo 828

En cuanto Isabel abrió los ojos, sus pestañas seguían empapadas y las lágrimas aún colgaban en sus grandes ojos brillosos.

Al ver que era Esteban quien había llegado, Isabel aspiró con su naricita, de inmediato la expresión de tristeza se le acentuó.

—¿Por qué tardaste tanto en volver…?

Su voz salió entrecortada, con ese tono nasal que dejaba claro que había estado llorando antes de quedarse dormida.

Por lo visto, se había pasado un buen rato llorando antes de dormir.

Esteban soltó un suspiro resignado, levantó la colcha y la atrajo hacia él, abrazándola con delicadeza.

—Eres toda una consentida —le murmuró, acariciándole el cabello.

—Hermano… —balbuceó Isabel entre sollozos.

—¿Eh? —Esteban arrastró la sílaba al responderle, marcando el tono para corregirla.

Isabel, torciendo la boca, cambió de inmediato:

—Amor…

Dijo la palabra con un dejo de tristeza que partía el alma.

Esteban la acurrucó más y le acomodó la cabeza contra su pecho.

—¿Desde que recibiste ese paquete comenzaste a sospechar de mí?

—Yo… —Isabel no supo qué responder, la mente se le había vuelto un remolino de pensamientos en ese momento.

Esteban no se molestó en explicarle nada, simplemente le preguntó:

—¿Ya lo pensaste bien?

—¿Eh? —Isabel alzó la mirada, confundida.

—Me la pasé volando varias horas para regresar, ¿tuviste tiempo de aclarar tus ideas, Isa?

En cuanto recibió el mensaje, Esteban dejó todo y tomó el primer vuelo de regreso, usando la ruta más rápida.

Isabel, apretujada en sus brazos, se retorció con aire de niña herida, como si cargara con el peso de todas las penas del mundo.

Esteban le sostuvo la cabeza y la besó con ternura.

Isabel intentó resistirse, pero en un parpadeo, Esteban sujetó también sus manos inquietas.

Isa gimió suavemente, sin poder zafarse.

Solo cuando le faltaba el aire, Esteban la soltó, sacudiendo la cabeza.

—Ay, Isa…

Isabel seguía viéndolo con ojos tristes, suplicando sin palabras.

Al escuchar el tono de cariño mezclado con regaño en la voz de Esteban, se sintió aún más afectada.

—No pasó nada, ¿de acuerdo?

—¿Y el paquete?