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La Heredera: Gambito de Diamantes romance Capítulo 954

Hay que decir que, durante esa temporada en Littassili, el clima no era frío.

Nadie imaginaría que aquí hubiera una montaña nevada.

Carlos la observaba divertirse como una niña; en su rostro, siempre tan duro, se asomó una pequeña sonrisa.

—¿Te gusta la nieve?

—¡Me encanta! —respondió Paulina.

Desde pequeña le fascinaban los días de nieve. Cada vez que nevaba, le gustaba quedarse en casa y preparar queso fundido, era una felicidad inexplicable.

Solo que casi siempre estaba sola; su mamá vivía ocupada.

Si Andrea estaba, la acompañaba. Después, era Isa quien le hacía compañía.

—Brr, brr, brr—, el celular de Carlos vibró. Era una llamada de Julien. Carlos contestó:

—¿Qué pasa?

—Hermano, Patrick ya debe haber dado con tu ubicación, va rumbo a Nevados del Cóndor.

Julien había estado siguiendo de cerca los movimientos de Patrick.

Carlos miró hacia donde Paulina jugaba feliz, y preguntó en tono cortante:

—¿Va solo?

—Lleva a su chofer, Quentin.

No había más movimiento, parecía que Patrick no se había atrevido a ir más allá.

—Entendido —dijo Carlos.

Colgó la llamada justo cuando un bola de nieve voló hasta él. Paulina, en esos momentos, era simplemente una niña.

Le encantaba jugar...

Sobre todo cuando Carlos atrapó la bola de nieve al vuelo. Paulina le sonrió con todo el rostro:

—¡Wow! Eres buenísimo.

—No corras tanto, todavía te estás recuperando —le advirtió Carlos.

Paulina hizo una mueca.

Este hombre...

Siempre sacando el tema menos oportuno.

Si él no lo mencionaba, ella ni se acordaba de su herida. Ni siquiera sabía qué remedio le había puesto Carlos; en la mañana, al moverse, todavía le dolía un poco.

Pero ahora, corriendo de aquí para allá, ni lo sentía.

—Vamos, te llevo al área de aguas termales —le propuso Carlos.

—¿Aquí hay aguas termales? —preguntó ella, sorprendida.

—Sí, ¿quieres esquiar o prefieres meterte al agua caliente?

—¡Esquiar! —respondió de inmediato Paulina. En Puerto San Rafael, las oportunidades para esquiar eran contadas.

Antes, si quería esquiar, tenía que viajar al extranjero. Ahora tenía la experiencia frente a sus ojos, ¿cómo desaprovecharla?

—¿Sabes esquiar? —Carlos no ocultó su sorpresa.

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