—¡¿Tú?! —exclamó Esteban al ver su video de infracciones colgado en el anuncio más reciente de la asociación de carreras. Su enojo subió como espuma—. ¡Eres un falso!
En cuestión de minutos, Esteban fue expulsado de la asociación. La notificación oficial llegó a su celular:
[Esteban, vehículo registrado: Kawasaki HR. Durante la competencia, cometiste múltiples actos de conducción peligrosa que resultaron en un accidente grave. Tras la revisión pertinente, el video se comprobó auténtico. Tu licencia de carreras queda revocada de por vida.]
Esteban abrió los ojos de par en par, tan impactado que su mano temblaba con el celular.
Aurora se subió de nuevo a su motocicleta púrpura, se ajustó el casco y lanzó una última frase al viento:
—Yo nunca te prometí nada.
—¡Vroom!
El rugido del motor resonó en los oídos de los presentes mientras la motocicleta púrpura desaparecía en un abrir y cerrar de ojos.
Esteban sostenía su celular con fuerza, sus ojos irradiaban una furia intensa.
A su alrededor, más de diez personas observaban admiradas las maniobras de Aurora. La carrera había sido emocionante y muchos lamentaban no haber podido tomarse una foto con Selune.
Mientras el vehículo de Selune desaparecía en el horizonte, el grupo de espectadores gritaba con entusiasmo hacia la figura lejana de color púrpura.
En el mirador de la cima de la colina, Dante observaba todo el desarrollo del evento. Cuando la familiar figura se perdió en el camino, bajó la mirada.
—Es hora de irnos —dijo.
Marcelo se sentía satisfecho de haber asistido. Tenía ganas de unirse y gritar "¡Selune es la número uno!" junto a los demás.
Empujando su silla de ruedas hacia el estacionamiento, se detuvo un momento, intrigado.
—Señor Dante, ¿cree que esa chica podría ser la legendaria corredora "Selune"? —preguntó Marcelo, asombrado por las habilidades que había presenciado.
Selune había estado en silencio durante un año, ¿por qué aparecería ahora en la Colina de los Ecos?
—¿Quieres saberlo? —respondió Dante.
Marcelo se quedó sin palabras por un momento.
—Claro que sí.
Entonces, el hombre frente a él sugirió:
—Ve y averígualo.
Marcelo se quedó en silencio, pensando: "¿No es usted quien quiere saberlo?"
Pero no se atrevió a decirlo en voz alta.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Heredera Revelada: El Camino del Poder