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La Otra Mujer Ganó, Pero Yo Me Llevé Todo romance Capítulo 4

Por coincidencia, Elvira últimamente había estado muy activa en sus redes sociales. Aunque no había subido fotos junto a cierto alguien, tanto sus palabras como las imágenes que compartía dejaban claro que estaba presumiendo su relación de manera indirecta.

Especialmente aquel post: [Preparé café, lo estoy esperando.]-

El ánimo de Cintia, en cambio, era otro. Ya le daba igual si Arturo estaba de viaje de trabajo o si se había largado a vacacionar con otra mujer. Ella tenía su mente ocupada buscando departamentos en línea.

Después de comparar varias opciones, Cintia se había enamorado de un departamento espacioso y recién remodelado en Residencial Lago Serpiente.

Aunque el precio era alto, la decoración era justo de su estilo, lista para mudarse con solo llevar sus cosas. Era perfecto para ella.

Mientras platicaba por chat con la señorita de ventas del departamento, la llamada de su mejor amiga interrumpió la conversación.

Cintia contestó el teléfono.

—La gran estrella por fin tiene tiempo, ¿eh?

—Apenas llegué de un vuelo desde el otro lado del país, estos últimos quince días me tienen agotada —se quejó Liliana Quintero con flojera.

—Voy a llegar en un rato a tu oficina, ¿comemos juntas?

—Hoy no fui a la oficina.

—¿Estás en casa?

—Tampoco.

—¿Entonces dónde andas? Mándame la dirección y paso por ti.

Cintia dudó un momento antes de responder.

—Estoy en el hospital.

...

Liliana llegó al hospital manejando a toda prisa, y apenas entró a la habitación, soltó un regaño lleno de enojo.

—¡Ese Arturo es un desgraciado! No es la primera vez que anda de infiel, pero esta vez sí se pasó. ¿Qué, quería matarte o qué? ¿Cómo te deja así y ni siquiera se queda a cuidarte en el hospital?

Cintia le pidió que se calmara y se sentara a su lado.

—No te enojes tanto, ya lo pensé bien. No necesito que él esté aquí.

Liliana se quedó atónita.

—¿Cómo que ya lo pensaste bien?

—Que voy a divorciarme. No quiero seguir con él.

Liliana la miró boquiabierta, sin terminar de creérselo.

—¿En serio te decidiste?

—Sí —Cintia asintió, sin ninguna duda en la voz.

—Elvira ya regresó. Todos estos años, Arturo jamás me puso en primer lugar. Me tuvo ignorada cuatro años, y ya no pienso seguir aguantando ese tipo de humillaciones.

A Liliana se le humedecieron los ojos, a punto de llorar. Se sentó a un lado de la cama y abrazó fuerte a su amiga.

—¡Bien! Déjalo, ese tipo no vale la pena. Hay muchísimos hombres buenos allá afuera. Con lo que tú tienes, cualquiera se muere por estar contigo.

—Señor Arturo, Cintia no ha venido a la oficina en varios días. No contesta las llamadas, ni responde los mensajes de WhatsApp.

El enojo de Arturo aumentó.

—¿A quién le pidió permiso?

—No pidió permiso. Es ausencia injustificada.

Los ojos de Arturo se entrecerraron, y se levantó de golpe.

—¿A dónde va, señor Arturo?

—¡Lárgate!

Arturo salió disparado de la oficina, llegó a la casa y aventó las llaves del carro sobre la mesa.

—Cintia, baja ahora mismo.

Arriba no hubo respuesta.

—Deja de hacerte la dormida y baja ya, tengo algo importante.

El silencio continuó.

La expresión de Arturo se volvió aún más dura. Su mirada, afilada como la de un halcón, se dirigió a la planta alta. Después de unos segundos, subió, pisando fuerte, y empujó la puerta de la recámara con furia.

El cuarto estaba vacío. Ni siquiera quedaba el aroma sutil al que estaba acostumbrado.

¡Cintia no estaba en casa!

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