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La prometida osada romance Capítulo 6

Xia Micheng abrió los ojos. El señor Wang se quedó petrificado: «¿No había dicho Li Qianhui que estaba drogada? ¿No se suponía que duraría dos horas? ¿Cómo podía estar despierta?».

—Muchachita, ¿cómo puedes… estar despierta?

Los ojos claros y afilados de Xia Micheng ocultaban una mirada astuta y pícara.

—¿Cómo iba a contemplar el espectáculo si estoy dormida?

—Tú…

La mano de Xia Micheng lo abofeteó. El señor Wang aspiró un extraño y suave olor, entonces su cuerpo se aflojó y cayó sobre la alfombra. Ahora que había atado los miembros del señor Wang, ya no podía mover ni un músculo; todo lo que podía hacer era mirar aterrado a la sonriente Xia Micheng.

—Mi… mi pequeña, ¿qué estás pensando? ¿Por qué no me dejas ir? Podemos divertirnos juntos.

Xia Micheng alzó una ceja; una mirada inocente e inofensiva apareció en su rostro.

—Señor Wang, mire, ¿qué es esto?

El señor Wang miró con atención; en la mano de Xia Micheng aparecieron dos huesos en los que aún había carne.

—¿P-por qué tienes esos huesos?

—Mi señor Wang, ¿no le ha dicho Li Qianhui que la familia Xia tiene un perro de caza? Es bastante feroz en verdad, y le encantan los huesos.

El señor Wang era un lascivo y había estado haciéndosele la boca agua con Xia Micheng. Era una simple patana que se había casado con un medio muerto, así que, ¿cómo no iba a querer jugar con ella? En cambio ahora los vellos del señor Wang se erizaban cuando la miraban. No podía dejar de temblar.

—¿Q-qué vas a hacer?

La manita de Xia Micheng se movió y metió los huesos en los pantalones del señor Wang.

—Señor Wang, el juego ha empezado. Debería tener cuidado cuando venga el perro de caza. Asegúrese de que no termina por morderle en ninguna parte o por arrebatarle su hombría.

—¡No! Preciosa… señorita, estaba equivocado. Por favor, déjame irme… Eres demasiado viciosa. Esto no es un juego; ¡puedo acabar muriendo!

El señor Wang estaba tan aterrado que sudaba a chorros. Si hubiera podido, se habría arrodillado ante Xia Micheng. Entonces Xia Micheng se dirigió hacia la puerta y la abrió. El perro de caza, al detectar el olor de los huesos, entró con rapidez.

—¡Ah!

El señor Wang gritaba una y otra vez.

……

Li Qianhui esperaba abajo buenas noticias del señor Wang. De repente, la puerta de la habitación de arriba se abrió. El señor Wang corrió escaleras abajo con los pantalones en las manos, parecía muy patético y desaliñado.

Li Qianhui se sorprendió:

—Señor Wang, ¿qué le ha pasado?

El señor Wang sollozaba del tremendo miedo y terror que sentía. Le dio un golpe brutal a Li Qianhui en la cabeza con uno de los huesos.

—Li Qianhui, todo es culpa tuya. ¡No querrás oír el final de esto! —bramó.

Entonces, se marchó con furia y terror.

«¿Qué pasa?».

Li Qianhui subió volando y entró en la habitación. Xia Micheng estaba sentada en una silla, sorbiendo con gusto su té. Alzó la cabeza posando sus ojos brillantes en la cara atónita de Li Qianhui.

—Oh, ¿has venido al final, tita?

Xia Micheng la había estado esperando todo ese tiempo. Cogió a Li Qianhui por sorpresa. Sabía que sus planes habían fallado, pero era imposible; de hecho, Xia Micheng se había comido el cuenco de sopa de nido de pájaro delante de ella.

¿En qué momento salió mal?

—Xia Micheng, ¿sabías que la sopa estaba «aliñada»? ¿Solo fingiste? —preguntó Li Qianhui.

Los labios de Xia Micheng se torcieron en una sonrisa fría.

—Solo quería ver lo bien preparado que estaba tu plan. Justo como esperaba, no me has decepcionado.

Li Qianhui gruñó. No se preocupó en dar más pretextos mientras sus ojos destilaban veneno.

—El señor Wang se acaba de ir furioso. Voy a agarrarte y a mandarte directa a su cama como disculpa con él. ¡Criados!

—Sí, señora Xia.

Alrededor de una docena de guardias vestidos de negro aparecieron, todos ellos robustos y corpulentos.

Los guardias sintieron que su sangre se helaba y entonces se batieron en retirada. Lu Yuzhen miró a Xia Micheng:

—¿Vienes a cenar? ¿Nos vamos?

—Oh, de acuerdo. —Xia Micheng siguió deprisa a Lu Yuzhen y se fueron.

La ira sacudió el cuerpo de Li Qianhui. Nunca en su vida había visto un gigoló tan audaz y odioso. Dependía de una mujer para comer y vivir y aun así se comportaba como si fuese un poderoso pez gordo. Incluso vino y se fue de su casa como quiso. Realmente era un incidente sorprendente. Todos los guardias que había contratado habían escapado. Todo lo que Li Qianhui podía hacer era ver como huían. Antes de irse, Xia Micheng susurró al oído de Li Qianhui:

—Recordaré este día.

……

Xia Micheng lo observaba cuando se sentaron en el coche de lujo. Su expresión era centrada, sus movimientos elegantes y pausados. No podía ver ninguna señal de que había estado en una pelea. Justo en ese momento Lu Yuzhen se giró para mirarla.

—¿Qué hubieras hecho si yo no hubiese vuelto?

Xia Micheng sonrió:

—Pelear, por supuesto. Me las podía haber arreglado aunque tú no hubieses aparecido.

Lu Yuzhen recordó su pasado. Había sido acosada y marginada por todos los niños del pueblo cuando fue abandonada a los nueve años; la llamaban la huérfana abandonada. Seguramente había aprendido a luchar por esa razón. Además, tenía sus habilidades médicas y fue capaz de despachar al hombre de la cicatriz en el tren. Esos guardias no hubieran sido un problema para ella.

—Las chicas no deberían pelear. Eso es cosa de hombres.

—No me gusta depender de otros. De todos modos, gracias, señor Lu, por lo de antes.

Al ver sus ojos tan agradecidos, Lu Yuzhen alzó una ceja:

—¿Así me vas a dar las gracias?

Xia Micheng se bloqueó.

—Entonces, ¿cómo debo agradecérselo?

La mirada de Lu Yuzhen bajó de sus ojos relucientes a sus labios rojos escondidos tras el velo.

—¿No sabes la forma en que las mujeres suelen agradecer a los hombres?

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