Mientras Xia Micheng decía esto, apuntó con el dedo a Xia Erxiang y sus ojos se dirigieron hacia Lu Yuzhen.
—Fue ella quien lo dijo.
Xia Erxiang y Kong Peixian estaban estupefactas: «¿Así que este hombre era el gigoló que tenía Xia Micheng? ¡Dios Santo!».
Xia Erxiang se sintió como si le hubiesen dado un bofetón. Entonces, el dependiente salió de la cocina con un pastel de mermelada de fresas en las manos. Lu Yuzhen lo cogió y dijo:
—Vámonos a casa.
—De acuerdo.
Xia Micheng lo siguió. Se volvió para decir adiós a Xia Erxiang:
—Adiós.
Xia Erxiang estaba perpleja. No podía imaginar que Xia Micheng pudiese tener un gigoló tan guapo. Kong Peixian se burlaba como una idiota:
—Erxiang, parece que vas tener que llamarla de verdad milady.
Xia Erxiang lanzo una mirada asesina a Kong Peixian. Kong Peixian sonreía mientras seguía burlándose.
—Erxiang, lo que quiero decir es que el gigoló de Xia Micheng es de verdad muy guapo. ¿Cuánto crees que costará?
Lu Yuzhen no la había mirado en ningún momento, la había tratado como si fuera invisible e hizo que Xia Erxiang se sintiera como una fracasada, eso la enfadó. Sin embargo, las palabras de Kong Peixian le recordaron que era solo un gigoló a quien Xia Micheng había pagado. Ella podía pagarle también con una cantidad mayor. Xia Erxiang babeaba solo de pensarlo.
—Señor, deme el pastel que he pagado. Nos vamos. —Xia Erxiang fue a por su pastel.
Sin embargo, el dependiente no se lo dio.
—Lo siento, señorita. Puedo devolverle el doble, pero no puedo darle el pastel.
—¿Por qué? —Xia Erxiang y Kong Peixian estaban asombradas.
El dependiente sonrió con amabilidad:
—Porque quiero darle el pastel a mi perro.
«¿Qué?». Xia Erxiang golpeó el mostrador.
—¡Eh! ¿Qué quiere decir con esto? ¿Nos está mirando por encima del hombro?
El dependiente replicó:
—¿Todavía no lo entiende? Ha ofendido a una persona muy importante. Preferiría darle el pastel a un perro antes que a usted.
……
El coche se paró en el Jardín de las Orquídeas. Lu Yuzhen le dio su black card estampada en oro a Xia Micheng.
—Para ti.
Las pestañas de Xia Micheng temblaron como un ventilador. «¿Por qué le daba su tarjeta?»
—No la quiero—protestó.
Los delgados labios de Lu Yuzhen se curvaron en una sonrisa.
—En verdad tú no puedes mantener a un gigoló como yo, pero yo puedo mantenerte como mi esposa, señora Lu.
«Mi esposa, señora Lu…».
Xia Micheng pudo sentir como su corazón daba un brinco al oír esas palabras salir de su increíble y carismática voz, como si cantara con suavidad. Los latidos de su corazón estaban desbocados.
Xia Micheng abrió con rapidez la puerta del coche y salió. Ese hombre era de verdad fascinante. Xia Micheng guardó con cuidado su tarjeta de crédito en el bolso. Cuando entró en el comedor la señora Lu le dio la bienvenida.
—Micheng, ya estás de vuelta. ¿Qué tal la visita?
—Bien, abuela. Vamos a tomar pastel.
En ese momento, Lu Yuzhen entró. No se dirigió al salón, sino que subió arriba. Pero sus pasos se pararon a mitad de camino. Su mirada fue hacia la señora Lu y le recordó:
—Abuela, tienes la tensión alta. Un trocito de pastel es suficiente.
La señora Lu ya se había metido un trocito en la boca.
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