«¿Qué quería decir?».
Su mirada deliberada aterrizó en sus labios, como si le estuviera diciendo que la mejor forma de agradecer una mujer a un hombre era con un beso fugaz.
El corazón de Xia Micheng palpitaba, sus pálidas orejas enrojecieron.
—No lo sé.
Con esto se volvió para mirar por la ventanilla, ignorándolo.
Lu Yuzhen notó que lo evitaba. Ella era inteligente, vivaz e independiente. No dependía de nadie ni deseaba confiar en los demás con facilidad. A pesar de esto, esta chica de diecinueve años era, en verdad, un lienzo en blanco en lo que a asuntos del corazón se refería, porque no podía ni siquiera aceptar una broma de un hombre.
El coche paró en un semáforo. Xia Micheng podía ver la mejor pastelería de la ciudad de Haicheng por la ventanilla.
—¿Quieres un pastel? —la voz profunda de Lu Yuzhen llegó a sus oídos.
Una sombra de tristeza veló los ojos claros de Xia Micheng.
—Mi madre solía traerme a esta pastelería a por pasteles —dijo con suavidad.
Lu Yuzhen giró el volante y aparcó en la calle.
—Si quieres un pastel voy y te lo compro.
……
La pastelería llevaba muchos años abierta, y era muy popular entre las mujeres jóvenes de la élite y los pudientes. Tenían un número limitado de existencias para cada día. Xia Micheng era muy aficionada a los pasteles desde que era una niña. Su madre solía llevarla con frecuencia a comprar algunos pasteles. Esa fue la mejor época de su vida. De eso hacía diez años. Xia Micheng no había vuelto desde entonces. Sus ojos estaban un poco rojos, pero no quería que él lo notase.
—Umm… Por favor, espérame aquí. Déjame ir al aseo.
Ella se lavó la cara. Lu Yuzhen observó su la figura mientras se alejaba. Había notado que estaba llorosa. En realidad era una muchacha que aún no había madurado.
Entró en la pastelería con pasos largos. Por casualidad, Xia Erxiang estaba también en el interior con su mejor amiga, Kong Peixian. Kong Peixian tiró de Xia Erxiang.
—Tú dijiste que esa patana de Xia Micheng mantenía a un tipo, ¿es verdad?
Xia Erxiang bufó divertida:
—Por supuesto que es verdad; lo vi con mis propios ojos. Ese tipo es el que llevó a Xia Micheng a nuestra casa.
—Pero los gigolós son muy caros hoy en día. Xia Micheng viene de un pueblo remoto. ¿Cómo puede tener dinero para mantener a uno?
—Por decirlo así, un gigoló es un protegido y hay diferentes tipos de protegidos. Una noche con uno de los top costaría miles, esos son los más atractivos con buenos cuerpos y habilidosos en la cama —afirmó Xia Erxiang.
De repente, escuchó una voz profunda y carismática:
—Señor, por favor, deme un trozo de pastel.
«Esa voz era demasiado bonita». Las miradas de Xia Erxiang y de Kong Peixian se dirigieron hacia la voz. Vieron a Lu Yuzhen en seguida. Lu Yuzhen estaba de pie junto al mostrador, vestido con una camisa blanca y unos pantalones negros. Con sus piernas largas y su cuerpo de modelo, así, de pie, hizo brillar sus ojos de un modo evidente.
«Dios Santo, ese hombre es demasiado atractivo». Kong Peixian estaba impactada con la visión. Tiró con suavidad de la manga de Xia Erxiang:
—Erxiang, ¿es ese hombre uno de los top?
«Atractivo, con un cuerpo estupendo y habilidoso en la cama». Xia Erxiang nunca había visto un hombre tan guapo. Se decía que la mejor manera de que un hombre se viese bien era cuando tenía poder, riqueza y estatus. La intimidante gracia y elegancia de Lu Yuzhen le permitía estar muy por encima de otros hombres que también vestían camisas blancas y pantalones negros; él era el de mejor aspecto, no solo el más guapo. El corazón de Xia Erxiang palpitaba con fuerza en su pecho.
—¿Qué dices? —Xia Erxiang echó una mirada asesina a Kong Peixian—. Las pobres pardillas como Xia Micheng están seguras de tener lo peor de lo peor, a los gordos y desagradables. ¡Si ella pudiera permitirse tener uno como ese la llamaría milady!
Lu Yuzhen no la miró a pesar la anticipación de Xia Erxiang. Ni se preocupó de dirigirle una mirada por el rabillo del ojo. Sacó su black card y se la dio al dependiente.
El dependiente vio al momento las letras doradas en la black card: «Lu». Lu era el apellido del que todos habían oído hablar en la ciudad de Haicheng. El dependiente identificó al hombre con rapidez. Un sudor frío caía por su frente. El magnate que gobernaba la ciudad de Haicheng y que era conocido por recurrir a ciertas tácticas acababa de honrar su pastelería.
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