Kate temblaba abrazada a la almohada, lo que había pasado ayer aun la hacía temblar de miedo y asco, se puso se pie y miró por la ventana, estaba en un segundo piso, abajo se podía ver un gran jardín lleno de rosas rojas sus favoritas y un pequeño campo de lavandas sus segundas flores favoritas.
Una piscina enorme con agua cristalina, el lugar era tan grande que no podía ver todo de una vez, solo notó que estaba rodeado de muros que tenían por lo menos 2 metros y medio de altura, dio un suspiro contra la ventana empañándola.
Debo salir de aquí, Sebastián debe estar preocupado, debo volver con él, este sábado tendríamos nuestra primera vez, y este maldito me lo arrebató, ahora ¿cómo miraré su rostro?
Kate sollozaba contra la ventana, su estomago gruñó y miró el desayuno, aún estaba tibio, comió un poco de fruta y tomó el jugo, comió los huevos que sabían muy bien, se dio una ducha y abrió el closet, encontró ropa de su talla y su gusto, se vistió con unos jeans, polera y zapatillas, estaba cómoda por si tenía la oportunidad de arrancar, correr sin problemas.
Abrió la puerta y miró un gran pasillo, como dijo Bastien estaba sin llave, caminó lentamente por el pasillo encontrando una escalera amplia, daba a un gran comedor lleno de ventanas, todo era luz, la casa tenía un diseño antiguo, pero bien iluminado, del techo caía un gigante candelabro de cristal que se veía hermoso, no se dio cuenta cuando un hombre subía las escaleras, al verla agachó la cabeza.
— Señorita, despertó ¿el desayuno fue de su agrado? ¿Necesita algo?
— ¿Cómo te llamas?
— Lucca, soy la mano derecha del señor Bastien.
— ¿Por qué estoy aquí?
— Eso es algo que le debe decir el señor, no estoy autorizado.
— ¿De verdad puedo salir?
— Sí señorita, todo lo que esta dentro de los muros es suyo si lo desea, puede nadar, correr, caminar, tenemos un gimnasio bien equipado, si quiere le doy un recorrido por la casa.
— No hace falta.
— Lo único que está prohibido es la habitación del señor Bastien, es la que está opuesta a su habitación, al final de pasillo. Todo lo demás usted puede entrar con libertad, si desea comer algo, en la cocina hay de todo, y si desea algo más usted puede pedirlo.
— Gracias, pero lo que deseo no puedes dármelo.
— Señorita, hay razones para que el señor la mantenga aquí, son razones fuertes pero no se las puedo decir.
— Sí, porque es un maldito animal, es un enfermo.
— Señorita…
El hombre dio un susurro bajando la cabeza, Kate caminó por la mansión, todo se veía limpio y ordenado, salió al jardín y notó un camión, un hombre corpulento bajando de él con un canasto lleno de verduras en sus brazos.
Esta es mi oportunidad – Kate miró a su alrededor, si bien estaba rodeada de lujos, lo único que desaba era escapar de su captor, quería correr a los brazos de Sebastián, y rogarle que la hiciera olvidar esta pesadilla que vivió, quería embriagarse en su aroma y perderse en sus ojos azules, caminó rápido hacia el camión chocando con el hombre, él la miró con unos ojos lascivos.
— Mira que bonito conejito tenemos aquí, debes ser nueva servidumbre y a mí lo que me gusta probar nuevas víctimas.
El hombre tapó su boca mientras Kate trataba de gritar, la tomó en sus brazos mirando para todos lados y la llevó a la bodega cerrando la puerta, tiró a Kate al piso lamiéndose los labios — que cosita más rica, no creo que al señor Bastien le importe si pruebo un bocado.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La protegida de Bastien