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La Reina con Tacones Altos romance Capítulo 5

Leonor estuvo internada en el hospital durante un mes, y cada noche soñaba.

En sus sueños, Rafael la visitaba en el hospital, permanecía a su lado día y noche, escuchando con una sonrisa el suave latido de su bebé en el vientre.

Pero cada vez que despertaba, Leonor no podía evitar que las lágrimas le inundaran el rostro.

El bebé...

Ya no estaba.

Y Rafael tampoco se había dignado a visitarla ni una sola vez.

Decía que había tenido que ir a Estados Unidos por trabajo. Eso sí, mandó a su asistente, Manolo, un par de veces con ramos de rosas rosadas y se encargó de pagar todas las cuentas del hospital.

Más de una ocasión, Leonor pensó en regalar las flores a las enfermeras, pero a la mera hora no pudo desprenderse de ellas. Prefería aguantar los estornudos diarios que deshacerse de esos pequeños recordatorios.

Solo llevaba dos meses de embarazo, así que físicamente no sentía mucho. Aun así, se había vuelto costumbre que, de vez en cuando, se tocara el vientre por inercia.

Cada vez que pensaba que ahí, dentro de ella, había existido una vida tan breve, sentía un nudo en la garganta.

Era su primer hijo.

El primer hijo de ella y del hombre al que había amado durante diez años.

Y ahora... ya no existía.

Noche tras noche, Leonor lloraba en silencio. Su cuerpo no terminaba de recuperarse. Pero tampoco podía quedarse en el hospital para siempre; le pidieron que desocupara la habitación para recibir a nuevos pacientes.

Mientras recogía sus cosas en la habitación vacía, una persona desconocida entró de repente.

Era una mujer de facciones delicadas, maquillaje impecable y vestía un ajustado vestido de terciopelo rosa, estilo Barbie. Alrededor del cuello llevaba un collar que brillaba tanto que era imposible no notarlo.

Leonor reconoció ese collar al instante: era el mismo que Mario había presumido en Instagram, una pieza exclusiva de la marca Finesse D'Or, edición limitada, con diamantes rosas.

—Hola, soy Abigail Berlanga, compañera de prepa de Rafael.

La recién llegada se presentó de inmediato, y Leonor no pudo evitar analizar el nombre.

Abigail Berlanga Cuevas... justo las iniciales que coincidían con las de Vanesa: ABC.

No había duda.

—Así es.

—Pero yo te recomendaría quedarte más tiempo en el hospital. Cuando Rafa te vea, va a recordar al bebé que no sobrevivió, y eso lo va a poner mal. Todos estos días yo lo he estado acompañando, salimos a pasear, hicimos un viaje al extranjero, disfrutamos de un paseo en yate, pescamos, vimos atardeceres...

Abigail relataba todo con tanta pasión que a Leonor le daba igual si era cierto o solo estaba adornando la historia.

—Sí, mi esposo es bueno, siempre ha sido muy atento con sus amigos de la prepa. Todas las semanas los lleva de paseo en yate. De hecho, una vez le regaló a mi mejor amiga una cadena de diamantes de diez millones de pesos.

A Leonor no le gustaba mentir, pero si eso servía para incomodar a una mujer como Abigail, no tenía ningún problema en hacerlo.

Abigail apretó el puño.

—Bueno, ya que eres tan comprensiva, me quedo tranquila...

Dicho esto, se dio la vuelta para marcharse. Pero antes de salir de la habitación, se volteó una última vez.

—Por cierto, Rafa no podrá venir a recogerte hoy. Está agotado y se quedó dormido en mi casa.

Después de soltar esa frase, Abigail desapareció de la vista de Leonor.

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