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La Traición en Vísperas de la Boda romance Capítulo 117

Mientras Petra se perdía en sus pensamientos, escuchó la voz de Benjamín resonando encima de ella, con ese tono distante que solo él sabía usar.

—Si te arrepientes, mejor detente aquí. No hagas un escándalo solo para después querer echarte para atrás, eso sí que sería vergonzoso.

Petra volvió en sí de golpe.

Ella no se había arrepentido.

Después de todo lo que había hecho, ni siquiera se había permitido dejar espacio para el arrepentimiento.

—Si piensas que hacer el ridículo es lo mismo que ser valiente, entonces sí que tienes un problema en la cabeza.

La voz baja y profunda de Benjamín volvió a sonar a su lado. Petra levantó la mirada y notó que en la comisura de sus labios asomaba una sonrisa, pero en sus ojos brillaba una emoción que ella no lograba descifrar.

Por un momento, no supo si en ese fondo oscuro había burla, enojo, o ambas cosas mezcladas.

El corazón de Petra dio un brinco, sintiendo un inexplicable nerviosismo.

—No es así —murmuró.

Benjamín le lanzó una mirada de soslayo.

—Así me gusta. Es fácil perdonar un error, pero si pierdes la cabeza, ahí sí ya no hay remedio.

Petra se quedó callada, sin saber qué contestar.

...

Al llegar al carro, Benjamín fue quien le abrió la puerta. Su cuerpo irradiaba elegancia y su actitud era la de todo un caballero, como si el hombre que la había atacado con palabras duras hace un momento fuera alguien completamente distinto.

—Faltan tres horas para que salga el vuelo. Ven, acompáñame a comer algo antes de irnos al aeropuerto.

Petra asintió y lo siguió sin discutir.

...

Terminaron en un restaurante italiano.

Petra tomó asiento frente a Benjamín. Él le pasó el menú que el mesero había llevado, sin mirarla demasiado.

Sin dudar, ella pidió el corte de carne que más le gustaba.

Benjamín ni siquiera vio el menú; pidió directamente su platillo y, de paso, ordenó una botella de vino tinto.

Petra pensó en el vuelo que tendrían más tarde y dudó un momento, pero al final decidió no decir nada.

Ese día lo ameritaba. Algo de vino para celebrar no le haría daño.

Petra no pudo evitar preguntar, sorprendida:

—¿Por qué tomaste tanto?

Benjamín entrecerró los ojos, y le sonrió con una calidez inesperada. Su voz, grave, acarició el aire entre ellos.

—Estoy contento.

Nada más. Solo eso.

Petra no entendía a qué se debía esa alegría. Pero al verlo sonreír así, tan relajado, le pareció hasta cercano, casi accesible.

Por un momento pensó que era el tipo de persona al que, en ese estado, se le podía persuadir de cualquier cosa.

Sin pensarlo mucho, se inclinó sobre la mesa.

—Señor Benjamín, revisé los datos tanto de Grupo Calvo como de Grupo Hurtado y preparé una propuesta. Quiero invitar de manera formal a Grupo Hurtado a ser nuestro socio y a invertir junto con Grupo Calvo en este proyecto.

Benjamín también se inclinó hacia ella.

En ese instante, su cara se acercó tanto que Petra sintió que el corazón se le apretaba. Instintivamente, echó el cuerpo un poco hacia atrás, nerviosa por la cercanía.

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