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La Traición en Vísperas de la Boda romance Capítulo 128

A Jimena le empezó a latir la frente, justo en el centro, como si esa sensación le avisara que algo importante estaba por pasar.

—Mañana te vas a presentar en Grupo Hurtado para buscar trabajo, y dentro de tres días te voy a organizar una bienvenida. Invitaré a todas las familias importantes de San Miguel Antiguo. Como ya pasaste siete años en Santa Lucía de los Altos, busca la manera de que Benjamín te mande a la sucursal de allá.

Petra escuchaba con atención cada palabra de su hermana, entendiendo de inmediato lo que pretendía.

Le sorprendía que, en tan poco tiempo, Jimena ya hubiera encontrado una solución.

—¿No te pasaste de copas, hermana?

Jimena soltó un —Ajá—, corto y seguro.

Ya llevaba años acostumbrada a pensar con claridad incluso después de beber, su mente nunca dejaba de trabajar del todo.

Alzó la mano y le revolvió el cabello a Petra, con una dulzura poco común en ella.

—Tu bienvenida va a ser espectacular, hermanita. Además, la familia Calvo ya necesita algo de movimiento, hace tiempo que no organizamos nada grande.

Petra asintió, aceptando la idea sin reservas.

—Haré lo que tú digas, hermana.

Jimena ladeó la cabeza, y se acomodó pegadita a ella, en un gesto tan cercano que solo hacen las hermanas al reencontrarse después de años.

—Petita, aunque tenga que darlo todo, yo voy a proteger a Grupo Calvo para ti.

Petra soltó un bufido, fingiendo molestia pero en el fondo sintiéndose mimada.

—Grupo Calvo es herencia de nuestro abuelo para ti, yo ni lo quiero. Tú eres la que siempre preparó el abuelo como la heredera. Si lo echo a perder, seguro se aparece desde su tumba solo para regañarme.

—Yo con ser tu mano derecha estoy más que feliz.

Jimena rio bajito, aunque no contestó, y una lágrima le rodó por la comisura del ojo.

Petra la seguía abrazando, y de pronto, en voz baja y sincera, le pidió perdón.

—Perdón, hermana. Ya no voy a ser tan caprichosa.

Jimena asintió despacito.

—Ya no puedes darte esos lujos, Petita. Si te vuelves a ir otros diez años, capaz ya ni me encuentras.

Petra se apresuró a taparle la boca con la mano.

—No digas esas cosas, hermana, por favor.

Jimena sonrió con resignación y le apartó la mano.

Estaba tan cansada que en cuanto cerró los ojos, el sueño la venció.

Petra, al contrario, estaba tan emocionada que no podía dormir. Se giró para mirar a Jimena y se acercó un poco más.

—Hermana...

La llamó con voz bajita, casi temerosa.

Jimena frunció las cejas, aún con los ojos cerrados, pero no respondió.

Al no recibir respuesta, Petra insistió, apenas susurrando.

—Hermana, ¿ya te dormiste?

Jimena, fastidiada, le soltó:

—Si vuelves a hablar, te regreso a tu cuarto de una patada.

—Bueno... —respondió Petra, resignada.

Esa noche, aunque tenía a la hermana más parlanchina del mundo al lado, Jimena por fin logró dormir tranquila.

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