Belinda había tomado dos copas más que Petra. Cuando bajó del carro, se apresuró tanto que casi se tropieza varias veces antes de lograr recuperar el equilibrio.
Había dejado que el viento le diera en la cara durante el trayecto en el carro, y ahora la cabeza le daba vueltas. En cuanto divisó a Petra, intentó alcanzarla, aunque sus pasos eran torpes y desordenados.
Benjamín iba delante. Al notar que Belinda caminaba titubeante, frunció el ceño con preocupación.
—Vámonos de regreso.
La voz de Benjamín sonó seria, con un tono tan firme que no admitía réplica.
Belinda se detuvo en seco. En sus ojos se asomó un dejo de temor.
Benjamín era, entre todos los amigos de su hermano, el que más le imponía.
—Pero es que me preocupa...
Benjamín lanzó una mirada de advertencia, tan cortante que Belinda sintió como si la hubieran regañado de verdad.
Belinda se quedó callada de inmediato. Solo pudo quedarse quieta, sin atreverse a dar un solo paso más.
El miedo era genuino.
Menos mal que a Petra no le gustaba Benjamín. Si un día ese tipo se volvía el esposo de su mejor amiga, ni ganas le darían de acercarse a Petra.
...
Petra llegó corriendo hasta la sala de urgencias. Allí, encontró a Giselle, quien caminaba en círculos, presa de la desesperación. Petra se acercó a toda prisa.
—Giselle, ¿cómo está mi hermana?
Giselle levantó la cabeza. Sus ojos estaban enrojecidos, claramente había estado llorando hacía poco.
Petra, al verla, sintió un nudo en el pecho. Un mal presentimiento le recorrió todo el cuerpo.
—¿Qué pasó?
Su voz tembló apenas, como si temiera escuchar una noticia terrible.
Giselle no pudo más y la abrazó, rompiendo en llanto.
—Señorita Petra, la señorita Jimena tiene cáncer. ¿Qué van a hacer ahora ustedes?
Giselle llevaba décadas trabajando para la familia Calvo. Había visto crecer a esas dos hermanas como si fueran de su propia familia.
Ahora, en la familia Calvo solo quedaban ellas.
Si algo le pasaba a Jimena...
Sentada allí, Petra no pudo evitar romper en llanto, mirando los reportes en la pantalla del médico.
En apenas dos semanas, Jimena se había hecho varias pruebas. No había forma de que fuera un error de diagnóstico.
El doctor, al ver la situación, trató de consolarla.
—Señorita Petra, no pierda la esperanza. El cáncer de la señorita Calvo se detectó temprano. En las primeras etapas, hay muchas posibilidades de que se cure.
Petra se limpió las lágrimas con la mano, pero por más que lo intentaba, el llanto seguía brotando.
Pensaba que, si hubiera regresado antes a San Miguel Antiguo, si hubiera estado con Jimena enfrentando todo lo del Grupo Calvo, tal vez el destino habría sido distinto.
La culpa la ahogaba.
Sentía que no se merecía el perdón.
...
Benjamín permanecía en la puerta del consultorio, observando a Petra mientras sollozaba bajito, y su ceño se fruncía aún más.
Sin decir nada, echó un vistazo rápido hacia la sala de urgencias y luego se marchó.
Mientras caminaba, sacó el celular y marcó un número.

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