Petra solo escuchó que él le permitió irse, así que de inmediato se levantó y caminó hacia la puerta de la oficina. Rápido, abrió la cerradura y salió.
Leo seguía esperando afuera. Al ver a Petra salir, soltó un suspiro de alivio.
—¿Señorita Calvo, está bien?
Petra negó con la cabeza. Al ver la complexión delgada de Leo, pensó que él tampoco podría hacerle frente a Joaquín. Si la próxima vez Joaquín volvía a perder la cabeza, seguro ella acabaría arrastrada otra vez.
Sin perder tiempo, sacó su celular y le envió un mensaje a Benjamín.
[Señor Benjamín, ¿me puede mandar unos asistentes bien fuertes a Nexus Dynamics? De esos que con un solo golpe puedan noquear a diez patanes.]
En ese momento, Benjamín estaba en una junta en la sucursal del Grupo Hurtado. Su celular, que tenía a un lado, vibró y la pantalla se iluminó.
Él giró la vista y, al ver que era un mensaje de Petra, tomó el celular y lo revisó.
Al leerlo, frunció el ceño.
Petra no era de pedirle favores así porque sí.
[Aprobado.]
De todos modos, él ya tenía pensado asignarle gente para que la acompañara.
Petra: [Gracias, señor Benjamín.]
Benjamín: [No tienes que agradecerme, es algo que me toca hacer.]
Petra: “......”
¿A qué se refiere con eso?
¿Acaso estaba diciendo que ella era su castigo?
Petra lo pensó un rato, y luego escribió otra línea.
[Entonces, la próxima también le voy a pedir ayuda.]
Pero, justo después de escribirlo, sintió que esa respuesta no era la mejor, así que la borró y no contestó nada más.
Del otro lado, Benjamín se quedó mirando el celular. Vio el aviso de “escribiendo”, pero nunca llegó el mensaje.
Eso era el karma.
No era raro que su hermana, al enterarse de que salía con Joaquín, le hubiera advertido: “Las mujeres que se rebajan en el amor, se merecen todo el sufrimiento que les toque”.
Petra se frotó el entrecejo, sin poder entender cómo ese chico que antes era tan decente y atractivo se había convertido en un sujeto tan desagradable y repulsivo.
Leo terminó su informe y se retiró.
Petra, tras quedarse unos segundos ida, sacudió los pensamientos y volvió a enfocarse en el trabajo.
Benjamín era rápido para resolver asuntos.
A la hora, un hombre de complexión enorme, espalda ancha y cara que parecía cuadrada entró en la oficina.
—Señorita Calvo, el señor Benjamín me pidió que viniera a presentarme. Aquí está mi currículum, por favor revíselo.
Le entregó el currículum con ambas manos. La hoja tamaño carta se veía diminuta entre sus dedos.
Petra pensó que ese hombre ni siquiera necesitaba prepararse para pelear; con una sola palmada podía mandar a volar a diez patanes de un solo golpe.

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