Petra, en el fondo, sí entendía la decisión de Benjamín.
Si ella estuviera en el lugar de Benjamín, habría hecho exactamente lo mismo.
Después de todo, Paulo ya había dejado de actuar con rectitud, así que Benjamín no tenía motivos para seguir siendo leal.
Dejarle demasiadas salidas a Paulo solo acabaría por cerrarse las suyas propias.
Germán, quien había sido el mentor de Benjamín desde el principio, comprendía perfectamente esa lógica.
Sin embargo, como padre, era imposible no preocuparse por los hijos.
Germán no era la excepción.
...
Durante los días siguientes, Petra estuvo pegada a Benjamín, tan ocupada que apenas tenía tiempo de respirar.
Por su parte, Baltasar ya había sanado casi por completo de sus heridas.
Así que Benjamín decidió enviarlo de vuelta al país.
Paulo llevaba años echando raíces en el Estado de Chavín y sabía perfectamente cómo ponerle piedras en el camino a Benjamín.
Cuando decidía atacar, no tenía ningún reparo en ser implacable.
Tras resolver los problemas del sindicato, Benjamín tuvo que enfrentar un par de demandas más en la sucursal.
No fue sino hasta una semana después que logró poner todo en orden.
Y justo en ese momento, se acercaba la celebración anual del Grupo Hurtado.
Benjamín tendría que volver a San Miguel Antiguo para encargarse personalmente del evento.
Petra, por supuesto, regresó junto con él.
Durante ese periodo, Jimena solía llamarle a Petra para saber cómo estaba, preocupada por la situación.
En sus pláticas nunca mencionó el asunto de las citas a ciegas.
Petra, de hecho, ya lo había dejado completamente en el olvido.
Si no hubiera sido por la solicitud de amistad de Lautaro Tapia, que de pronto apareció en su celular, probablemente ni se habría acordado del acuerdo que tenían.
Se quedó mirando la pantalla de la solicitud durante un rato. Al final, decidió aceptarla.
Apenas lo hizo, Lautaro de inmediato le mandó un mensaje de voz.
Petra pensaba convertirlo en texto, pero en cuanto tocó el audio, este comenzó a sonar.
La voz de Lautaro se escuchó clara.
—Petra, soy Lautaro. Jimena me dijo que hoy regresas a San Miguel Antiguo. ¿A qué hora aterriza tu vuelo? ¿Puedo ir a recogerte?
El tono de Lautaro, al final de la frase, tenía un aire relajado, hasta despreocupado.
Petra se apresuró a bajar el volumen del celular, pero ya era tarde. Benjamín, que estaba a su lado descansando con los ojos cerrados, los abrió y le lanzó una mirada distante.
—¿Es tu cita a ciegas?
Petra asintió con la cabeza.
—Sí.
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