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La Traición en Vísperas de la Boda romance Capítulo 526

Petra escuchó su pregunta y levantó la mirada hacia él.

—No...

Sus ojos, llenos de lágrimas, le daban un aire indefenso, como si cualquiera pudiera aprovecharse de ella, pero al mismo tiempo despertaban una ternura imposible de ignorar.

A Benjamín se le atoró un nudo en el pecho.

Antes, siempre había sido demasiado blando con ella.

Por eso, en cada cosa procuraba respetar su voluntad.

Ahora lo entendía: solo si la mantenía a su lado, lograría que dejara de actuar por capricho.

Sin darle oportunidad de terminar la frase, Benjamín se inclinó y atrapó los labios de Petra, ahogando cualquier palabra que intentaba pronunciar.

La calidez de sus labios resultaba casi abrasadora. Petra se quedó paralizada por un instante, sus manos, que reposaban a los lados de su cuerpo, se tensaron y luego se relajaron, hasta que terminaron rodeando la cintura fuerte y delgada de él.

El chofer, discreto, presionó un botón para levantar el panel que separaba la cabina del asiento trasero.

Ese beso no terminó sino hasta que el carro se detuvo frente a la entrada de la casa.

Benjamín tomó a Petra en brazos, se agachó para bajar del carro y entró a la casa con ella.

Al cruzar la puerta, Benjamín bajó la mirada hacia la mujer que llevaba en brazos: su cara delicada estaba muy cerca de su pecho, callada, tranquila, casi dócil.

La furia que lo consumía se disipó en gran parte al verla así.

Donde antes pensó en lanzarla a la cama sin miramientos, ahora la depositó suavemente.

—Aunque te sientas mal, no te queda más que aguantarte.

La espalda de Petra se hundió en las sábanas suaves, y enseguida sintió el peso del hombre sobre ella.

Él rozó con sus labios húmedos el borde de sus ojos, y Petra, sin remedio, tuvo que cerrarlos.

La voz profunda de Benjamín le resonó al oído.

—Petra, siempre has sido mía. Ese maestro de protocolo que tu abuelo te consiguió, y todo lo que después te enseñaron sobre cómo moverte en sociedad, fue para prepararte y que algún día te casaras con la familia Hurtado.

—Todo esto, en realidad, sólo está tomando el rumbo que debió tener desde un principio. Llorar no va a cambiar nada.

Al escuchar eso, Petra abrió los ojos y lo miró, los párpados hinchados de tanto aguantar el llanto.

Benjamín, al ver su reacción, frunció el ceño y levantó la mirada. Notó en ella una expresión de resignación, como si aceptara su destino sin remedio, y su semblante se ensombreció.

—Petra, después de perseguir un amor por siete años y fracasar, ¿todavía no entiendes que lo que buscas no se compara con lo que yo puedo darte?

—¡Tu hermana sí que es más lista que tú!

Petra parpadeó, y las huellas de sus lágrimas eran evidentes en sus pestañas.

Así era.

Su hermana ya había conseguido lo que quería.

No importaba si era por obsesión o por conveniencia, todo volvía a su cauce original.

No debía desear nada más.

Esto, por duro que resultara aceptarlo, era el mejor final posible.

Y también la única respuesta adecuada.

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