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La Traición en Vísperas de la Boda romance Capítulo 527

La voz y la mirada de Benjamín resultaban tan serenas que a Petra le empezó a hervir la sangre.

Alzó la cabeza y, sin pensarlo dos veces, hundió los dientes en la mandíbula firme del hombre.

—Tal como tú lo dijiste, mi hermana ya me vendió contigo, ¿qué más te falta? ¿O acaso ya te está pesando la edad?

No quedó claro si fue ese comentario el que hizo que la expresión de Benjamín cambiara de golpe. Toda su calma y autocontrol se desvanecieron en un pestañeo.

Sus ojos se oscurecieron, como si una sombra profunda se apoderara de ellos. De inmediato le sujetó la cara, obligándola a soltarlo, y se inclinó sobre ella, besándola con una intensidad arrolladora, como si quisiera arrastrarla en una marea imposible de resistir.

La cama terminó hecha un desastre.

Ya pasaban de las dos de la madrugada.

Benjamín miraba a la mujer a su lado, que apenas y podía mantener los ojos abiertos. Se inclinó y la tomó en brazos.

Apenas la tocó, el cuerpo de Petra se tensó de inmediato.

Benjamín frunció el ceño y la miró con desaprobación, claramente incómodo ante su reacción instintiva de rechazo.

Petra se dio cuenta de su molestia y murmuró con torpeza:

—Mañana tengo que ir a trabajar...

—¿Qué te imaginas? Solo te voy a llevar a bañarte —respondió Benjamín, con voz seca.

Petra, al oírlo, sintió cómo se le encendían las mejillas y bajó la mirada, un poco avergonzada.

—Ah, ok...

Benjamín bajó la vista y, con voz ronca, soltó:

—¿Qué pasa? ¿Te quedaste con ganas?

—¡No! —negó Petra enseguida—. Hay que cuidarse, no hay que exagerar...

Benjamín apenas pudo contener una risa burlona. Al verla tan agotada, se limitó a cargarla al baño, la ayudó a ducharse y la regresó envuelta en la toalla a la cama.

Esa misma noche, el señor Fausto mandó a su hijo al aeropuerto internacional, con todo y maletas, y prometió que, al menos durante los próximos cinco años, Fausto no volvería al país.

Víctor quedó satisfecho con la sensatez del señor Fausto.

Cuando por fin salió de la casa Solís, ya era la una de la madrugada.

Al llegar a su departamento, se bañó y apenas se acostó, entró en sueño profundo. Pero la llamada de Benjamín lo despertó.

Todavía medio dormido, pensó en todo lo que había pasado esa noche y contestó el teléfono con paciencia.

La voz de Benjamín sonaba más grave de lo normal, cargada de ese aire de ganador que tanto le molestaba a Víctor.

—Ya decidí que me voy a casar.

Víctor, adormilado, abrió los ojos de par en par, encendió la luz del cuarto y miró la hora. Bostezó con fuerza.

—¿En serio? ¿No me digas que ya me vas a cobrar la cuota de la boda a estas horas?

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