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La Traición en Vísperas de la Boda romance Capítulo 530

Benjamín parecía de muy buen humor esa mañana, incluso estuvo tarareando una melodía mientras se movía por la cocina. Era raro verlo así, y Petra no pudo evitar sorprenderse. Jamás habría imaginado que Benjamín tuviera ese lado tan relajado.

La melodía que tarareaba le resultaba totalmente desconocida a Petra, nunca la había escuchado antes.

—¿Necesitas que te ayude en algo? —preguntó ella con voz suave, acercándose y entrando a la cocina hasta quedar a su lado.

Benjamín la miró de reojo, y se le dibujó una pequeña sonrisa en la comisura de los labios.

—Solo tienes que llevar esto a la mesa —le dijo, mientras le entregaba un plato.

Petra tomó el plato y, al mirar de reojo, se dio cuenta de que el huevo frito tenía forma de corazón. No pudo evitar morderse suavemente el labio, sintiendo cómo el buen ánimo de Benjamín se le contagiaba, haciendo que su propio humor mejorara sin razón aparente.

El desayuno de ese día era sencillo pero especial: avena, huevo frito y un vaso de leche caliente. Todo preparado por Benjamín con sus propias manos.

—No pensé que supieras cocinar tan bien —comentó Petra, todavía sorprendida. Siempre había creído que Benjamín y la cocina no se llevaban, que ese no era su mundo.

Benjamín le acercó el vaso de leche y respondió con ese tono bajo y calmado que lo caracterizaba.

—Solo tengo un poco de sentido común necesario para sobrevivir —dijo, restándole importancia.

—Por cierto, la señorita Calvo ya trajo tu ropa temprano. Está en el vestidor —informó él, mientras recogía algunas cosas de la encimera.

Petra asintió con la cabeza.

—Está bien, en cuanto termine de desayunar voy a arreglarme.

Benjamín la miró de nuevo, pero no dijo nada más.

Petra no supo interpretar el significado de aquella mirada. Terminó de desayunar, subió las escaleras y, al entrar al vestidor, descubrió que toda su ropa se encontraba perfectamente ordenada y colgada en las perchas. Incluso sus accesorios estaban acomodados en los cajones del mueble.

Sintió un pequeño nudo en el estómago. Se mordió el labio, tratando de calmar la oleada de emociones que la invadía. Cuando giró para ver el perchero, se topó con un traje sastre rojo colgado y se quedó congelada.

En ese momento, escuchó los pasos de Benjamín acercarse. Se detuvo en la entrada, observándola de pie frente al traje.

—Hoy en la tarde la empresa estará bastante ocupada, así que después de firmar el acta de matrimonio no vamos a regresar, nos iremos directo a la oficina —explicó Benjamín.

—¿Qué, anoche no viste todo? —reviró, burlón.

Petra se quedó sin palabras.

El hombre se cambió con una velocidad impresionante. En cuestión de segundos ya tenía puesto el pantalón del traje. Se puso la camisa y, sin abrochar los botones, caminó hacia Petra.

Mientras avanzaba, fue cerrando los botones. Petra lo miraba por el reflejo del espejo y notó cómo se detenía justo detrás de ella, inclinándose hacia adelante hasta quedar muy cerca de su oído.

La voz de Benjamín, grave y con un matiz seductor, la envolvió:

—Anoche en la cama no estabas tan distante. Ahora que ya te vestiste, ¿me vas a tratar como si fuéramos desconocidos?

Las mejillas y las orejas de Petra se tiñeron de rojo en un instante. Recordar lo que había pasado la noche anterior le aceleró el corazón.

—¿Cuándo he hecho eso? —murmuró, avergonzada.

La verdad era que simplemente no se había acostumbrado a todo lo que estaba sucediendo. Por mucho que lo había soñado una y otra vez, ahora que estaba ocurriendo de verdad, sentía como si aún estuviera dentro de un sueño. Temía que, en cualquier momento, despertara y todo desapareciera.

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