En el camino de vuelta del café, mientras Sonia más pensaba, más preocupada se sentía. Por eso, cuando Elías salió del trabajo, lo llamó para ir juntos a la mansión.
Luciano fue a recoger a Estela después del trabajo y, en cuanto los dos entraron por la puerta, vieron a los padres Fariña sentados en el sofá con los rostros serios; era evidente que querían decirle algo.
—Papá, mamá, ¿por qué no me dijeron que vendrían? ¿Ha ocurrido algo? —preguntó Luciano desconcertado.
Tan pronto esas palabras salieron de su boca, Sonia asintió con seriedad.
—Hay algo de lo que queremos hablar contigo.
Al ver la expresión de su madre, Luciano frunció el ceño. Luego, giró la cabeza y le entregó Estela a Catalina para que la llevara arriba. Catalina obedeció y Estela saludó de forma obediente a sus abuelos antes de seguir a su niñera hacia las escaleras. Luego, Luciano se sentó en el sofá individual junto a sus padres.
—¿Qué es lo que hizo que llegaras tan tarde? ¿Roxana ha vuelto? —Sonia fue directamente al grano.
Al oír sus palabras, a Luciano se le ensombreció la mirada.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La verdad de nuestra historia