Esa noche, Roxana se apresuró a llegar a la escuela después del trabajo, justo a tiempo para buscar a Andrés y a Bautista. Solo los dos estaban en la puerta del jardín de infantes y su maestra se encargaba de ellos.
—Lamento mucho haber llegado tan tarde —dijo Roxana sonriendo a modo de disculpa mientras extendía la mano para tomar las de sus hijos.
De manera inesperada, Pilar se movió un poco para colocarse delante de los niños y le sonrió con incomodidad.
—Me quedaré con ellos un poco más. El director del jardín de infantes tiene algo que hablar con usted; está en su oficina en este momento.
Roxana no sabía qué ocurría, pero, aun así, subió las escaleras y se dirigió a la oficina. El director del jardín de infantes también tenía una expresión algo sospechosa.
—Pilar me dijo que quería hablar conmigo. ¿Qué sucede? —preguntó Roxana.
—Este es el problema —dijo el hombre con lentitud mientras sonreía con seriedad—. He estado observando a sus hijos durante los últimos dos días, y creo que simplemente este jardín no es el adecuado para ellos. Tal vez debería considerar darles un cambio de ambiente.
«¡Así que quiere expulsar a Andrés y a Bautista!». Roxana frunció el ceño, pero no dejó de ser educada.
—¿Hicieron algo malo en la escuela? Si es así, no dude de que me encargaré de ellos en casa. Por favor, no se preocupe. Puedo prometerle que no harán…
—Ambos han estado bien —interrumpió el director de manera brusca antes de que ella terminara con sus promesas—. Sin embargo, no me gustaría que continuaran su educación en este jardín de infantes. Por supuesto, haré lo posible por devolverles todas las cuotas escolares que han pagado.
—No es el dinero lo que me molesta. —Roxana comenzó a sentir que había algo más—. Si a mis hijos les va bien, ¿por qué los expulsa? Tiene que darme un motivo que pueda decirle a mis niños.
—No hay ninguna otra razón. —El hombre frunció el ceño y no pudo evitar sentirse culpable al decirlo.
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