Al escuchar el tono de voz de Luciano, Abril se puso muy tensa y se esfumaron con rapidez las esperanzas que tenía. En circunstancias normales, se arreglaría antes de encontrarse con Luciano, pero como él le había pedido que llegara en treinta minutos, solo tuvo tiempo de tomar su bolso y salir corriendo. Su casa estaba bastante lejos del restaurante, por lo que el taxista tuvo que ir a toda prisa para llegar a tiempo.
Cuando entró al lugar, Luciano ya la estaba esperando. Estaba sentado junto a la ventana y levantó la cabeza cuando escuchó que se abría la puerta; tenía una mirada muy sombría.
—¿Qué ocurre, Luciano? —preguntó Abril mientras se sentaba frente a él; era evidente que se sentía culpable.
Luciano tenía un aura aterradora mientras la miraba en silencio. Abril apretó los puños por los nervios, pero continuó sonriendo.
—¿Dejaste a Ela hoy por la mañana? —dijo el hombre.
—Sí. La señora Fariña me pidió que la ayudara, así que lo hice.
Al escucharla, Luciano suspiró molesto.
—¿Mi madre también te pidió que te reunieras con el director del jardín de infantes y que expulsaras a dos niños en nombre de Grupo Fariña?
Abril palideció al instante, ya que no esperaba que la descubriera tan pronto. Después de pensar durante unos segundos, se le ocurrió una excusa.
—Vi a esos dos niños intimidando a Ela cuando la llevé allí; me enfadé y enfrenté al director del jardín de infantes. —Miró nerviosa a Luciano y continuó—: ¡No podía soportar ver cómo molestaban a Ela, Luciano! Estoy segura de que me entiendes, ¿verdad?
—Así es —respondió luego de levantar una ceja—. Pero me gustaría saber dónde ocurrió esa situación.
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