Mientras miraba el teléfono, Roxana vaciló por un momento antes de guardarlo y continuar con la investigación. Como necesitaba más tiempo para trabajar, estaba agradecida de que Luciano pudiera ocuparse en lugar de ella.
Mientras tanto, los tres niños estaban sentados en un banco del jardín con las mochilas. Como estaban acostumbrados a que Roxana llegara tarde debido al trabajo, los niños estaban sentados erguidos y, de vez en cuando, conversaban con Pilar.
Sentada entre los hermanos, Estela comenzó a inquietarse, pero después de un momento, se distrajo de a poco hasta que apoyó el mentón en las manos y escuchó la conversación con atención.
Incluso cuando Luciano llegó, ninguno de ellos notó su presencia. Cuando vio a los tres sentados juntos, sintió una sensación agradable y, de forma inconsciente, apresuró el paso hacia ellos.
—Señor Fariña. —Pilar lo saludó cuando lo vio.
Solo entonces los niños levantaron la mirada y reaccionaron con decepción al verlo. Frente a al cambio drástico en la expresión de los niños, Luciano levantó las cejas, pero no hizo ningún comentario.
—Lo siento, Pilar. Estaba ocupado con el trabajo. También me llevaré a Andrés y Bautista —le informó.
Como sabía muy bien que los tres niños siempre estaban juntos, Pilar no lo cuestionó y después de permitir que se los levara, se fue a casa. A pesar de eso, los niños permanecieron sentados sin moverse y Luciano los miró con divertimento.
—¿Todavía tienen ganas de seguir sentados aquí?
Bautista sacudió la cabeza por reflejo, ya que no quería continuar allí. El aire estaba frío y el banco rígido; además, la mochila le pesaba y tenía hambre. Andrés lo miró con seriedad.
—¿A dónde está mami? ¿Por qué no nos viene a buscar ella?
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