Abril salió del probador después de un rato.
—Nada mal. Este es el indicado —dijo Sonia satisfecha al ver su atuendo.
Tras esbozar una sonrisa, la joven se dio vuelta para mirar a Luciano.
—¡Llegaste!
Él se limitó a asentir impasible; ella fingió que no le importaba su actitud distante y dijo sonriendo:
—La señora Fariña me invitó a venir a que me confeccionaran el vestido. ¿Qué te parece? ¿Acaso no es bonito? —Tras decir eso, dio una vuelta para mostrárselo.
A Luciano no le gustó que su propia madre le tendiera una trampa, así que cuando oyó eso, respondió con un breve movimiento de cabeza y contestó:
—Sí.
Abril se sintió avergonzada al ver la actitud tan indiferente del hombre; sin embargo, mantuvo una sonrisa. Sonia, por su parte, al final se levantó y dijo:
—Ya que ella también va a la residencia Quevedo, debería venir con nosotros.
La joven sonrió.
—¡Gracias, señora Fariña!
Tras darle las gracias, miró a Luciano con timidez; él frunció el ceño y pronunció:
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