Frida miró a la supuesta pareja perfecta antes de mirar a Roxana, quien estaba sentada en un rincón. Satisfecha, encontró una excusa para alejarse de los invitados.
—¡Ey! ¿Por qué está sentada aquí sola, doctora Jerez?
Roxana consiguió por fin encontrar un rincón tranquilo para recuperar la compostura; sin embargo, justo cuando tenía miles de pensamientos, escuchó la pregunta en un tono sarcástico. En cuanto levantó la mirada, vio a Frida de pie frente a ella con una postura altanera, lo que la hizo enojarse y fruncir el ceño.
Hacía un momento, Frida no dejaba de hablar de cómo Luciano y Abril eran el uno para el otro delante de los mayores. «Era evidente que quería que la oyera». No obstante, Roxana nunca se imaginó que Frida iría a buscarla, ni siquiera luego de que ella se alejara de la multitud.
La mujer no se dio cuenta de lo molesta que estaba Roxana así que la miró de manera burlona y le hizo un gesto para que mirara a Luciano y Abril, quienes estaban entre la multitud.
—¿Ve eso? Luciano y Abril están destinados a estar juntos y es lo que todo el mundo piensa. ¿Quién se cree que es? ¿Está celosa ahora? Será mejor que sepa cuál es su lugar, ¿de acuerdo? No es digna de Luciano, en cambio, Abril sí lo es.
Roxana no pudo evitar reírse con desdén al escuchar eso. Entonces, Frida frunció el ceño y preguntó:
—¿Qué es tan gracioso?
Roxana se encogió de hombros con indiferencia.
—No es nada. Solo que me parece extraño ver a una súbdita tan comprometida.
«¿Súbdita?». Frida se quedó perpleja y, para cuando recobró el sentido, su expresión se volvió sombría. Mientras señalaba a Roxana, apretó los dientes y preguntó:
—¿A quién le dice súbdita?
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