Los tres discutieron por un instante hasta que acordaron invitar a Sonia y a su marido a cenar a El Muelle esa noche.
Cuando Sonia y Elías llegaron, la familia Pedrosa ya estaba esperándolos en la sala privada. Abril agachó la cabeza; parecía abatida, mientras que sus padres tenían una expresión poco amigable. Cuando el matrimonio ingresó al lugar, la joven levantó la cabeza y forzó una sonrisa.
—Buenas noches, señor y señora Fariña.
Poco después, dejó de sonreír, como si quisiera demostrarles su descontento, lo que desconcertó a Sonia.
—Abril, ¿qué ocurre? ¿Alguien te ha molestado? Cuéntame.
—Está molesta por lo que las personas rumorean —contestó Gina—. La gente está acusando a Abril de ser una cazafortunas, así que ha llorado durante los últimos días.
—No; sé que Luciano no lo dice en serio. He oído los rumores, pero no me los he tomado en serio —refutó de inmediato al mismo tiempo que se le enrojecían los ojos.
Gina la miró resignada y preocupada.
—Has acompañado a Luciano todos estos años, así que sabemos qué sientes por él, pero las demás personas no. Si Luciano... —Hizo una pausa y bajó la voz—: Si Luciano te amara, no permitiría que sufras. Él puede ignorar tu situación, pero yo no. Escúchame; debes separarte de él.
Los Fariña escucharon con claridad la conversación de ambas y Sonia frunció el ceño.
—¿Qué está sucediendo? ¿Es por el rumor? Me ocuparé de eso en este momento.
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