Ya se había hecho de noche cuando Roxana se fue de la sala de operaciones. Vio el cielo oscuro y se dio cuenta de que llegaba tarde para buscar a los niños, así que enseguida se cambió de ropa y se apresuró hacia el jardín.
En la entrada, vio a la distancia a un hombre con las manos en los bolsillos de pie al lado de un banco. Los niños estaban sentados juntos y comían hamburguesas con la cabeza agachada. Roxana no pudo evitar detenerse cuando los vio. Parecía que Luciano pudo percibir su mirada porque levantó la cabeza hacia ella. Luego, centró su atención en los niños y les dijo algo, ya que, tras eso, los tres se giraron hacia ella. Cada uno tenía una hamburguesa a medio comer cuando corrieron hacia ella. Arrepentida, Roxana se agachó y les acarició la cabeza.
—Perdón por llegar tarde.
Andrés y Bautista estaban acostumbrados a que llegaran tarde, así que no les importó y sacudieron la cabeza cuando escucharon lo que dijo; en realidad estaban preocupados por ella.
—Mami, ¿has estado trabajando todo este tiempo? ¿Estás cansada?
—Para nada —respondió mientras sonreía.
A pesar de lo que dijo, en realidad estaba extenuada.
Si no fuera por sus hijos, ni siquiera tendría fuerza para levantar un brazo. Años atrás, tuvo una complicación cuando dio a luz a los niños y perdió mucha sangre. Como resultado, su cuerpo se tornó frágil y débil. Por ese mismo motivo es que cada vez que operaba durante un periodo largo de tiempo siempre estaba cansada y necesitaba descansar mucho para recuperarse.
—¿Por qué Ela…? —preguntó Roxana mientras la miraba con confusión.
«Luciano ya está aquí para buscarla, entonces ¿por qué no se ha ido a casa todavía? O… ¿se quedó por cortesía para cuidar a Andrés y Bautista?». Sintió una mezcla de emociones cuando llegó a esa conclusión.
Nadie se dio cuenta de que Luciano se había acercado.
—Ela se rehusó a dejarlos solos —respondió con tono impasible tras escuchar la pregunta.
Roxana no pudo evitar sorprenderse tras escucharlo y enseguida se le cruzó un pensamiento de autocrítica.
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