—Mami, ¿estás de mal humor? —Andrés y Bautista la miraron con preocupación.
Al oír su pregunta, Roxana se sorprendió. Pensaba que había ocultado bien sus emociones delante de sus hijos, pero ellos se dieron cuenta de su trampa.
—¿Por qué lo preguntas? —inquirió ella con indiferencia mientras los miraba por el espejo retrovisor.
Andrés se quedó desconcertado.
—Acabas de ignorar a Ela. ¿El señor Fariña te hizo enojar?
En cuanto oyó que mencionaba a Luciano comenzó a sentirse nerviosa y sintió un malestar en el estómago. Debía haber sido muy apegada a él durante ese tiempo para que Andrés lo hubiera malinterpretado.
—Ela casi se pone a llorar —añadió Bautista.
Roxana frunció el ceño y, aunque no vio a Estela con sus propios ojos, se sintió consternada al imaginar el rostro triste de la niña. Entonces, deseó poder disculparse con ella. Al oír las palabras de Andrés, reafirmó aún más su inclinación a cortar su vínculo con Luciano. A pesar de que no quería interferir en la amistad de los niños, sí quería limitar su contacto con él. Roxana los miró de reojo y dijo:
—Salgan antes de que terminen sus clases. Estaré ocupada, así que la señorita Landa los recogerá.
Como Andrés y Bautista no obtuvieron la respuesta que querían, intercambiaron miradas antes de asentir de forma obediente.
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