Roxana no estaba familiarizada con los restaurantes de la zona, así que le pidió a Magalí que le recomendara un lugar, y llevó allí a Andrés y a Bautista.
Mientras comían, recibió un mensaje de Jonatan que decía: «¿Mi abuelo necesita tratamiento esta noche, doctora Jerez?». Solo entonces Roxana recordó que no les había explicado el proceso del tratamiento, por lo que le respondió: «El gran señor Quevedo aún está un poco débil, por lo que el tratamiento no puede hacerse con tanta frecuencia. Como ya se ha sometido al proceso dos veces consecutivas, es mejor dejarlo descansar un día. Iré mañana. Lo siento, olvidé mencionarlo».
En poco tiempo, Jonatan respondió su mensaje: «De acuerdo. La estaré esperando cuando quiera».
—¿Ocurre algo, mami? —preguntaron Andrés y Bautista con curiosidad al notar que su madre enviaba mensajes de texto durante la cena.
—No, el paciente del otro día me preguntaba si iría hoy. —Sonriendo, Roxana tomó un poco de comida y les sirvió a ambos.
Al oír eso, los niños asintieron.
—Has trabajado muy duro, así que come más, mami.
Al ver lo atentos que eran, su madre sintió que se le derretía el corazón.
La cena fue muy agradable. Cuando terminaron de comer, Roxana llevó a Andrés y a Bautista hacia el mostrador para pagar la cuenta. En cuanto llegaron, la joven vio a dos personas que caminaban hacia ellos.
Tomadas del brazo de manera íntima, Abril y Frida entraron al restaurante mientras dialogaban y reían. De manera involuntaria, Roxana aminoró el paso y escudriñó los alrededores mientras deseaba adentrarse en la multitud para evitarlas a ambas, ya que siempre habían sido hostiles con ella.
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