Luna romance Capítulo 3

Milo adelantó la cabeza ceñudo, como si hablara en otro idioma.

—¿De qué demonios hablas, Mael? ¿Otro Alfa? —repitió.

—Es lo que sigue a perder a un Alfa, ¿no? Si no había designado sucesor, el clan lo elige.

Milo me observó ceñudo un momento más y de pronto estalló en carcajadas.

—¡Ni los parias te han quitado lo melodramático! —rió, intentando controlarse—. Lo siento, Mael. Si quieres abdicar, tendrás que hacerlo de viva voz y por escrito ante todo el clan reunido.

—¿Insinúas que aún soy Alfa?

—¡Claro que sí!

Me tomé un instante para digerir la noticia y volví a enfrentarlo.

—Como sea. Continúa. Dijiste que capturaron a Risa y le perdieron el rastro. Pero antes también dijiste que fue ella la que me rescató.

Milo suspiró, tomando mi taza para volver a llenarla.

—Mendel y sus hijos pasaron el verano buscándolos a ambos en vano. En una ocasión avanzaron hacia el norte siguiendo el Launne durante varios días. Se adentraron en una estepa que se extiende de horizonte a horizonte. Y cuando estaban por darse por vencidos, descubrieron el cuerpo de un caballo a pocos kilómetros del río, en el medio de la nada. Llevaba al menos un mes muerto, pero le hallaron dos heridas en las ancas que parecían lanzazos. Los arreos aún estaban junto al esqueleto. Era uno de nuestros caballos. Y enredado en las riendas encontraron el pendiente de adularia de Risa.

Milo rebuscó en su bolsillo y sacó la piedra lunar tallada en forma de cuarto creciente. Tendí una mano temblorosa para recibirla y apreté mi puño sobre ella. Cerré los ojos respirando hondo al llevarme a los labios la única joya que Risa usara jamás, y que se negaba a quitarse por ningún motivo. Me la colgué del cuello con manos temblorosas. No me la quitaría hasta que pudiera devolvérsela.

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