Carmela descansó un rato en la cama antes de sentarse y enviarle un mensaje a Fabio.
[Fabio, necesito que me ayudes con algo.]
Fabio le respondió de inmediato:
[Hermana, tú dime.]
Carmela le explicó por mensaje lo que necesitaba que hiciera esa noche.
Luego fue al vestidor a cambiarse. Paulo no la había decepcionado: el lugar estaba repleto de vestidos de gala de marcas reconocidas y varias joyas que relucían bajo la luz suave. Eligió un vestido negro. Al ponérselo, su belleza resaltó aún más, tan impactante que hasta el espejo parecía admirarla. Se dedicó una sonrisa leve, algo poco común en ella.
Haber crecido en un orfanato la había expuesto a lo más duro de la vida, a una oscuridad que no le permitía encontrar motivos para sonreír. Su única salida había sido estudiar, estudiar y sobrevivir, sin espacio para distracciones.
No se maquilló, ya que la profesora de protocolo se encargaría de eso más tarde. Su figura destacaba con el vestido de alta costura, y la seguridad con que se movía le daba un aire distinguido.
Esta vez, pensaba aprovechar la influencia de la familia Medina para abrirse paso. Lo que para otros parecía el fin del camino, para ella era el punto de partida.
Bajó las escaleras y encontró a Sabina, que acababa de terminar de hablar con la profesora de protocolo.
Margarita Medina, al ver a Carmela ataviada con el vestido negro, no pudo evitar sorprenderse; la imagen le recordaba a su juventud. Por un instante, sus ojos reflejaron una emoción contradictoria.
Sabina, en cambio, solo sintió celos. Bastaba con que Carmela se arreglara un poco para deslumbrar a todos.
—Carmi, aprender protocolo es difícil, tienes que ponerle muchas ganas —le soltó Sabina con una sonrisa falsa. Ya había hablado con la profesora para que fuera especialmente estricta; después de todo, ¿quién iba a defender a una hija legítima sin privilegios? Que se divirtiera humillándola.
Carmela captó la malicia en su sonrisa y respondió con tono burlón:
—Vi desde arriba que te quedaste sola con la profesora de protocolo, ¿qué, la convenciste para que me enseñe bien... o para que me haga la vida imposible?
Sabina quería aplastarla, rebajarla y quedarse con el título de la verdadera reina de la familia Medina. ¿De verdad pensaba que Carmela no se daría cuenta?
La otra se quedó helada un segundo, y luego intentó defenderse fingiendo estar ofendida:
—Carmi, solo platiqué un poco con la profesora. No fue por otra cosa.
Carmela ni la miró, y dirigió la mirada hacia Margarita con desdén:


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