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¿Problemas con tu Ex? Cásate con su Hermano. romance Capítulo 9

Por la tarde, Elisa regresó a la oficina como de costumbre.

Apenas cruzó la puerta, percibió un leve aroma a perfume femenino flotando en el aire, tan suave como engañoso.

Simón, impecable en su traje, sentado tras el escritorio, la observaba con el ceño fruncido y un aire inquisitivo en el rostro atractivo que tantas veces la había hecho dudar de sí misma.

—¿Qué te pasa hoy? —preguntó él, con voz seca—. No fuiste a la fiesta de compromiso y tampoco contestaste el teléfono.

Elisa sostuvo su mirada acusadora, apretó los puños con tanta fuerza que las uñas se le clavaron en las palmas, usando el dolor para acallar el odio que le hervía por dentro.

—Me sentí mal del estómago anoche; tuve que ir al hospital —respondió, con voz serena—. Olvidé el celular… Acabo de salir y venir directo para acá.

Simón la observó en silencio unos segundos, como si dudara de sus palabras. Notó que, aunque ella parecía débil, había algo distinto en su actitud. ¿Estaba distante? ¿O simplemente agotada por la enfermedad? Elisa había sido incondicional, siempre detrás de él, ¿cómo iba a cambiar de la noche a la mañana?

El semblante de Simón se suavizó apenas. Ahora el tono que usó tenía un matiz de preocupación, aunque no lograba ocultar del todo el interés empresarial detrás.

—¿Te sientes muy mal? ¿Eso va a afectar el proyecto de la empresa?

Elisa giró la cabeza y lo miró directo a los ojos. Sus pupilas relucían, puras y frías, como si intentaran atravesar la máscara de Simón y llegar hasta su esencia.

Si hubiese sido antes, ese gesto de Simón la habría conmovido hasta las lágrimas. Pero ahora que había despertado de su propio engaño, entendía que a él solo le interesaba el funcionamiento de la empresa, no su salud.

—No pasa nada. Tomé medicamentos, en un par de días estaré bien. Solo que tendremos que posponer la fiesta de compromiso.

El alivio se notó enseguida en el rostro de Simón.

—Entonces, la posponemos. Descansa y enfócate en cerrar el trato del proyecto.

Elisa bajó la mirada y, con una calma fingida, empezó a acomodar los papeles que Simón tenía a la mano. Su voz sonó suave, casi sumisa.

—Está bien, haré lo que digas. Solo… ¿le podrías explicar tú a tu familia? Les compensaré la próxima vez.

Elisa terminó de acomodar los papeles, apartó los pensamientos y tomó unos expedientes de la mesa.

Antes de salir, escuchó un leve ruido proveniente de la sala de descanso junto a la oficina principal. Echó un vistazo a través de la puerta entreabierta y sus ojos dieron con un zapato de tacón color piel, tirado junto al sofá.

En ese instante supo que era de Yanina.

El odio le apretó el pecho aún más.

...

Después de que Elisa se marchó, Simón entró a la sala de descanso. Apenas cruzó el umbral, unos brazos suaves lo rodearon.

Yanina se acomodó en el pecho de Simón, los ojos grandes y oscuros llenos de inquietud.

—Simi, ¿por qué no fue a la fiesta de compromiso? ¿No irá a ser que ya se enteró de lo nuestro?

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