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¿Quién es el hombre de mis sueños? romance Capítulo 13

Se dio la vuelta e intentó marcharse, pero Patricio la detuvo y la metió bruscamente en el auto. Al caer, Génova se golpeó la cabeza contra el apoyacabeza del asiento y, haciendo un gesto de dolor y encolerizada, miró al hombre con ferocidad.

—Señor Logan, no nos conocemos en absoluto, así que no debería inmiscuirse en mis asuntos —le recordó.

Le pareció que Patricio estaba haciendo el ridículo; le estaba agradecida por haberle salvado la vida, pero percibía que la miraba con desprecio. «Si me menosprecia, no debería salvarme. Podría haberme dejado en paz. ¿Por qué me salvaría para tratarme de esta manera?».

Patricio subió al auto y le indicó al chofer:

—Vamos a... —De repente, se dio cuenta de que no sabía dónde vivía Génova, así que le preguntó con voz apática—: ¿Dónde vive? La llevaré.

Patricio ignoró por completo su comentario anterior. Génova, entonces, se incorporó lentamente y una sonrisa burlesca apareció en su hermoso rostro.

—Señor Logan, ¿no me ha entendido? No necesito que me lleve, quiero que me deje bajar —respondió.

Dicho eso, hizo un movimiento para salir del auto, pero él le agarró la mano con fuerza y la reprendió:

—¡Génova, por favor, piense en su hija! Es una niña tan buena, mientras que usted está aquí, trabajando en un entorno tan peligroso. Si le pasa algo, ¿qué será de ella?

Ante la mención de sus hijos, Génova se enfadó aún más.

—Sí, ¡esa es la clase de persona que soy! —espetó—. No solo no fui a la universidad, sino que me quedé embarazada a los dieciocho años. Además, soy un fracaso como madre y mis hijos tienen que sufrir conmigo. Para usted yo soy un desastre, así que me menosprecia... Pero no supliqué que me ayudara, así que, por favor, no me reprenda más.

Se soltó del agarre de Patricio, abrió la puerta del auto y salió dando grandes zancadas hacia el club. El hombre sacó un cigarrillo, lo encendió y le dio una larga calada mientras la miraba alejarse echa una furia. Se recostó en el asiento y exhaló el humo. No sabía qué le había pasado, pero cada vez que veía sufrir a Génova, sentía una punzada de dolor en el pecho y una inexplicable sensación de querer ayudarla. Así se sentía en ese momento, al igual que la vez anterior; frunció las cejas al ver cómo ella lo acusaba de menospreciarla.

—¡Ja! —resopló y luego ordenó al chófer—: Vamos a casa.

—Velo por ti misma —respondió—. Pero Géno, ¿cuándo conociste a esas personas tan importantes?

Génova sabía que lo más probable era que la despidieran, hasta se había preparado mentalmente para una paliza. En Ciudad Nocturna, la regla tácita era que los clientes siempre tenían la razón y que lo que decían era la ley. Ese día, había ofendido a uno, así que era consciente de que no se libraría a la ligera.

Todos los empleados del lugar se habían reunido en la entrada del vestuario. Algunos de ellos eran como Lucía y se encargaban de la venta de licores, otros, eran como Génova, se encargaban de actuar y bailar en el escenario. Cuando la vieron a esta última aparecer por la puerta, la llamaron:

—Señorita Conejita.

La gerente se acercó y pasó un brazo por encima de los hombros de Génova.

—Conejita, recuerda volver a visitarnos. No te pierdas. Tu salario se calculará en función de los días que estés trabajando. Por cierto, ¿eres amiga del señor Logan? ¿Puedes hablarle bien de nosotros? —le preguntó la mujer.

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