Patricio le respondió en un tono aún más indiferente que el de Génova y luego se alejó con arrogancia, dejando a todos los demás con la mirada clavada en su espalda.
—Vámonos, entonces, señorita Aston. —Luis pareció sentirse en una situación incómoda.
Génova miró la figura de Patricio que se marchaba y quería decirle algo, pero tuvo que reprimir la rabia porque su hija estaba al lado. Le respondió para sus adentros: «¡Eres un insolente, Patricio Logan! ¿De dónde sale esa actitud engreída? Podrías haber tirado el abrigo si no lo pensabas usar. No me extraña que te cases con esa z*rra, Felicia; hacen una pareja perfecta».
Julieta percibió el enfado de su madre y rio al verle las mejillas hinchadas en señal de frustración.
—No te enfades, Géno. ¿No te parece que el señor Apuesto tiene carácter? Me parece tan lindo.
A Julieta siempre le habían gustado los hombres bien parecidos, pero, igual, Génova se quedó sin palabras ante las palabras de su hija. «Me pregunto si lo saca de la madre o del padre». Cuando terminaron de comer, ambas se dirigieron a casa.
Los dos hijos varones de Génova las recibieron en la puerta. Uno de ellos le dejó un par de pantuflas listas para Julieta, mientras que el otro hizo lo mismo para su madre. Justino observaba, con una mirada solemne excesivamente madura para un niño de su edad, cómo Génova se cambiaba los zapatos.
—Mami, la propietaria estuvo aquí hace un momento y nos ha dicho que paguemos la renta antes del próximo lunes; si no, rentará la casa a otras personas. Además, subió el precio en quinientos más.
Frunció un poco el ceño al ver el cambio en la expresión facial de su madre. «¿Se dio cuenta del dinero que le transferimos a su cuenta bancaria? Podría utilizarla para pagar la renta».
Julieta, por su parte, arrastró a Julián a la habitación y cerró la puerta tras ella luego, sacó una tarjeta de presentación.
—Julián, mira. Me encontré con un hombre muy lindo que se parece a ti y a Justino. Quiero que sea nuestro papá.
Julián alborotó el pelo de su hermanita de forma juguetona mientras levantaba una ceja con curiosidad.
—A ver.
Tomó la tarjeta y sacudió la cabeza tras ver el cargo de Patricio como presidente ejecutivo de Grupo Logan.
Justino se quedó clavado en su sitio y la miró fijo.
—Mamá, todavía tenemos dinero, ¿verdad?
La estaba probando para ver si se había dado cuenta del dinero que habían transferido a su cuenta. Génova acarició el apuesto rostro de su hijo y lo consoló:
—No te preocupes que mañana pagaré la renta. No nos echarán de aquí.
El niño se había acostumbrado a ese estilo de vida inestable. Tiempo antes, otro propietario los había expulsado y se habían visto obligados a deambular por las calles cargando con sus pertenencias. Por eso, él y Julián deseaban poder crecer rápido para compartir la carga que su madre tenía.
La expresión de Génova se volvió sombría mientras revisaba los recibos pendientes de pagar en su habitación. La renta era de dos mil al mes; para pagar medio año sumaba un total de doce mil. Además, las cuotas de las clases de entrenamiento de Justino y Julián, así como las lecciones de piano de Julieta, costaban veinte mil cada una, por lo que tenía que desembolsar otros sesenta mil más. Sintió que estaba al borde del colapso y que no le quedaba más remedio que volver a su trabajo anterior como bailarina de Ciudad Nocturna.
Era la mejor bailarina del lugar y la remuneración era relativamente buena; había dependido de esa fuente de ingresos para criar a sus tres hijos hasta hacía relativamente poco tiempo. Al principio, había creído que podría dejar atrás esa carrera para siempre; sin embargo, la realidad fue como una bofetada. Tenía que volver a trabajar allí mientras buscaba un nuevo empleo.

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