—¿Cuánto tiempo lleva Octavio dentro? Martín, ve a ver si tiene diarrea —le indicó Micaela a su hijo mayor. Le preocupaba que sus hijos no pudieran acostumbrarse al clima de su país.
—¡Bueno! —Martín salió a apurar a su hermano.
Micaela miró a su alrededor buscando la mencionada tienda, pero no la encontró.
—Andrea, ¿dónde fue Gaspar a comprar algodón de azúcar?
—¡Mamá, está allí! ¡El que tiene el avión azul! —Andrea señaló hacia una dirección mientras hablaba con un agujero donde debía tener un diente delantero.
Micaela escudriñó los alrededores durante un rato antes de divisar por fin la tienda. Sin embargo, no había rastro de Gaspar, para su consternación.
No podía ver con claridad ya que había una afluencia de gente moviéndose por el aeropuerto. No le quedaba más remedio que esperar el regreso de Octavio para poder empezar a buscar a Gaspar.
Por fin, Martín salió del baño con su hermano. Tras esperar unos instantes, Micaela llevó a sus tres pequeños en busca de Gaspar mientras arrastraba su equipaje.
Sin embargo, cuando llegaron a la tienda de algodón de azúcar, no había ni rastro de su hijo.
Micaela no pudo evitar preocuparse por su seguridad. Al fin y al cabo, sus hijos aún no conocían ese lugar.
—¿Dónde está? —preguntó impaciente.
—¿Podría Gaspar haber salido corriendo a comprar otra cosa? —Martín frunció el ceño.
—¡Esperémosle un poco más! —Micaela tranquilizó a sus hijos mientras trataba de convencerse de que Gaspar volvería pronto.
A medida que pasaba el tiempo, seguía sin aparecer.
«¿Puede ser que haya vuelto al baño a buscarnos?»
Justo cuando Micaela pensaba en volver a buscar a Gaspar, una figura conocida corrió de repente hacia ellos. Respiró aliviada y abrazó al pequeño con fuerza.
Francisco Betancurt se quedó helado tras recibir el abrazo de una mujer cariñosa que era una completa desconocida para él.
—¡Dios mío! ¡Casi matas del susto a tu mami! ¿No te dije que me esperaras? ¿Por qué corres en un lugar como éste? —le recriminó Micaela.
—¡Eso es! ¡Creíamos que habías desaparecido! Si seguías sin volver, ¡mamá iba a utilizar la megafonía del aeropuerto para encontrarte! —dijo Octavio.
«¿Mamá?» Esta palabra provocó una onda en el corazón de Francisco.
Se quedó helado cuando vio la cara de Octavio. Parecían copias el uno del otro.
Además, había otros dos niños a su lado. Ambos tenían el mismo aspecto.
«¿Quiénes son? ¿Y por qué se parecen tanto a mí? ¿Podrían ser...»
Francisco se quedó sin palabras al ver a los tres hermanos. Sin embargo, consiguió mantener una mirada inexpresiva.
Micaela pensó que había asustado a su hijo con sus severas palabras. Asique lo abrazó y le acarició la parte superior de la cabeza con cariño.
—Mamá estaba asustada porque habías desaparecido. ¿Adónde has ido? —preguntó en un tono mucho más suave.
—Yo… yo... —Francisco tartamudeó en respuesta ya que aún no se había recuperado del shock.
—No podía encontrarlo... —Francisco había buscado durante mucho tiempo. Sólo encontró la tienda de algodón de azúcar después de que un transeúnte lo ayudara. No esperaba que una mujer desconocida le abrazara en cuanto se acercara.
Los latidos del corazón de Francisco se aceleraron al darse cuenta de que la mirada cariñosa de Micaela se dirigía a él.
«¿Es mi mamá?»
El pequeño no dejaba de mirar a Micaela y a los tres hermanos, que se parecían a él. Estaba convencido de que su instinto era correcto.
«Aquella mamá no es mi verdadera mamá. Esta señora es la verdadera, estoy seguro de que es ella. Además, parece que también tengo varios hermanos».
Francisco sintió una oleada de sorpresa mezclada con emoción dentro de su corazón.
Micaela no notó la diferencia en el chico mientras estiraba la mano y le frotaba la cabeza de nuevo.
—Bien, todo está bien ahora que has vuelto. Mami comprará algodón de azúcar para todos —dijo con alegría.
Giró sobre sí misma y se dirigió a comprar la golosina para sus hijos. Sin embargo, el observador Martín notó una ligera diferencia en su hermano menor y escudriñó a Francisco de pies a cabeza.
«¿Por qué tengo la sensación de que el chico que tengo delante no se parece mucho a Gaspar?»
Martín se sorprendió cuando se le pasó eso por la cabeza.
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