Bautista se dio cuenta de la expresión de su hijo y supuso que buscaba un regalo. Entonces le explicó:
—Papá estaba ocupado esta vez, así que no te ha traído un regalo. Te lo compensaré la próxima vez.
Bautista solía llevarle un regalo a Francisco cada vez que se iba de viaje de negocios y el pequeño nunca decía si le gustaban o no. Esta vez que no trajo ninguno, Francisco había venido a buscarlo al aeropuerto. De ahí que sintiera un tinte de culpabilidad en su corazón.
Gaspar le lanzó una mirada antes de bajar la cabeza para comer su algodón de azúcar.
Enzo intervino de repente:
—Señor Betancurt, es la señora Carbajal.
Gaspar levantó las orejas. «¿Quién es la señora Carbajal?»
Los ojos de Bautista parpadearon al ver que la mujer se acercaba a ellos. Entrecerró los ojos y se volvió para mirar a Gaspar. «¿Este chico no ha venido a recogerme a mí, sino a su madre?»
Elisabet vio el coche y se apresuró a acercarse. Los guardaespaldas de fuera la saludaron con respeto:
—¡Señorita Carbajal!
—¿Está Bautista? —preguntó y procedió a abrir la puerta del coche. Cuando vio al hombre dentro, su corazón se aceleró—. ¡Bautista! —exclamó con una sonrisa.
El comportamiento del hombre siguió siendo neutral.
—¡Has venido a recogerme! —Elisabet estaba llena de emoción.
—¡Acabo de regresar de un viaje de negocios!
La mujer se sorprendió por un momento y se rio.
—Qué coincidencia. Yo también acabo de volver de grabar una publicidad.
En seguida tomó a Gaspar en brazos en cuanto se sentó a su lado.
—Francisco, ¿has venido a recoger a mamá? ¡Tu madre está muy contenta! ¿Fue porque me echaste de menos?
«¿Mamá?» Gaspar frunció las cejas. Su rostro cayó en un instante mientras miraba fijo a Elisabet. «¿Quién la echaría de menos? ¿Quién es esta mujer? ¡Papá está casado con otra mujer! ¿Era por esta mujer que no quería a mamá?»
Gaspar estaba furioso. «Esta mujer no es mi mamá, ¿y aun así se hace llamar mi mamá? Además, su perfume apesta».
«¡Achís!» Gaspar se atragantó con el perfume de Elisabet y estornudó en su dirección.
Algo salpicó a la mujer y se quedó helada. En seguida echó a Gaspar a un lado y tomó un pañuelo de papel para limpiarse.
—Tú...
Cuando se dio cuenta que Bautista estaba presente, trató rápidamente de reprimir su ira y cambió su expresión por una sonrisa. Fingió estar preocupada y extendió la mano para tocar la frente de Gaspar.
—Francisco, ¿te has resfriado? —preguntó preocupada.
«Pequeño mocoso, ¿cómo te atreves a escupir cosas desagradables sobre mí?»
Gaspar apartó su mano. Odiaba que ella lo estuviera tocando y se desplazó hacia Bautista. «Esta mujer estaba a punto de regañarme, pero se dio la vuelta y fingió preocuparse por mí. Sólo está montando un espectáculo que nadie quiere ver».
Elisabet notó que Gaspar se alejaba de ella y se sintió enfurecida. «Este niño bastardo. Espera a que lleguemos a casa y te daré una lección. Ni siquiera me salvarás el orgullo. ¡Qué insolente!»
La mujer vio los dulces en la mano de Gaspar. Fingió que se preocupaba por el niño y se los arrebató para tirarlos a la papelera del coche.
El rostro de Bautista se ensombreció mientras miraba al niño que lloraba en sus brazos.
―¡Buaa! ¡Buaa! ―Los gritos de Gaspar eran tan intensos que resultaban ensordecedores.
—Bautista, no seas tan duro. Francisco, ven con mamá. Lo siento. Le pediré disculpas. Si te gusta el algodón de azúcar, mamá te lo comprará. ¿De acuerdo?
Elisabet se inclinó para llevar a Gaspar a su lado. Pero Gaspar no era Francisco. Por lo tanto, no cooperaría. Después de todo, Bautista le había reprendido por culpa de esa mujer.
—No me hables. No te gusto de todos modos, así que no seas pretenciosa. ¡No eres mi mami! ¡Eres una falsa! —le gritó a Elisabet.
El ambiente en el coche se volvió silencioso en un segundo.
Elisabet estaba sorprendida y asustada. «¿Cómo lo sabe este niño bastardo?» Reprimió su sentimiento de culpa y miró a Bautista. El hombre miraba al niño en sus brazos con una expresión oscura. Ella no podía entender lo que estaba pensando.
—Bautista, este chico... ―Las lágrimas brotaron en los ojos de Elisabet en un instante. Puso cara de estar increíblemente dolida por el hecho de que su hijo no le gustara. Mirando a Gaspar con tristeza, le dijo:
—Francisco, ¿por qué dices eso? Yo te di a luz. Estuve embarazada de ti durante diez meses y casi tuve un aborto. ¿Estás enfadado porque no te he llamado? Estaba ocupada con el trabajo. Me acordaré de llamarte la próxima vez, ¿sí? No te enfades con mamá. Me pone muy triste...
Gaspar observó a la reina del drama, mientras actuaba hábilmente como si fueran parientes de sangre. Por dentro, puso los ojos en blanco.
Echó un vistazo a Bautista, y cuando vio que éste le miraba fijo, sus lágrimas comenzaron a brotar de nuevo.
—No les gusto a ninguno de los dos. Piensan que soy una molestia, ¿verdad?
Gaspar pensó que no debía ser demasiado obvio. No quería hacer sospechar a Elisabet. Cuando llegara el momento, tendría la ventaja de tratar con esa mujer.
Su rostro estaba lleno de tristeza, y lloró hasta que sus hombros se estremecieron. Sin embargo, en su interior, estaba pensando en una estrategia.

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