Nunca antes había sentido algo así, pero ahora el miedo la envolvía por completo, haciéndola sentir que en cualquier momento podría morir.
Corrió de vuelta a la cabina de mando; al menos allí había alguien, y esperaba que Sabrina y Nacho hubieran regresado.
Pero, por desgracia, aún no habían vuelto. En este crucero lleno de peligros, no sabía a dónde habían ido.
Noelia, al ver a Adriana regresar con el rostro desencajado por el terror, le preguntó con preocupación:
—¿Pasó algo?
Adriana, aún sin aliento, se llevó la mano al pecho y tragó saliva. Después de un largo rato para calmarse, relató lo que acababa de presenciar.
—El hombre que le apuntó a Sabrina con la pistola… está muerto. Y su muerte fue horrible, murió desangrándose por los siete orificios.
Y lo más extraño era que, aunque Pío acababa de morir, no había visto su alma.
—Ah, pues se lo merecía. Se pasó de la raya —dijo Noelia con una calma pasmosa, sin mostrar miedo, e incluso con un toque de regocijo.
Pero si ella también estaba en el crucero, y la gente moría una tras otra, ¿no debería estar asustada?
¿Por qué seguía tan tranquila?
Adriana no pudo evitar pensar en las palabras de Rafael. ¿Será que la muerte de todos en el crucero tenía que ver con Noelia?
En ese momento, deseaba con todas sus fuerzas ver un fantasma, saber qué demonios había pasado en ese barco.
¿Y dónde estaban Nacho y Sabrina? ¿Les habría pasado algo?
Adriana recompuso su expresión y cambió de tema.
—He dado una vuelta por el crucero y no he visto a Sabrina ni a Nacho. ¿Sabes dónde están?
Los ojos grandes y expresivos de Noelia se clavaron en Adriana.

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