—¡Tú...! —Gonzalo temblaba de coraje, señalándola directo a la cara, y gritó—: ¡Eres una hija desagradecida!
Enseguida, la tía que estaba a un lado corrió a sostenerlo y, volteando hacia Karina, le reclamó:
—Ya te dije que no hagas enojar a tu papá. ¿Qué ganas con eso, niña? ¿De veras quieres verlo morir de un coraje?
Karina se quedó callada un momento. Luego, respiró hondo y contestó:
—Papá, seguro ya se enteró, ¿no? El único motivo por el que conseguí ese trato fue porque el señor Boris me apoyó. Usted sabe mejor que nadie lo que es capaz de hacer ese señor. Si llega a saber que usted, a la mitad del camino, canceló un acuerdo que él ya había aprobado...
Soltó una risa sarcástica, dejando el resto en el aire.
Ella bien sabía que personas como Boris ni siquiera se molestarían en recordar su nombre. Pero, por ahora, si quería proteger a SenTec, tenía que aprovechar el peso de ese apellido.
El rostro de Gonzalo se endureció aún más al escucharla.
—Te lo advertí: puedes llevar el proyecto a ‘Tecnologías Orbis’ y terminarlo allá.
—¿Y si no quiero? —replicó Karina, sin titubear—. Total, de todos modos aquí ni siquiera me va a dejar la herencia. Me da igual si esto termina mal para todos. Que venga el señor Boris y se lleve lo que quede.
—¡Tú...! ¡Malagradecida! ¡Eres una desvergonzada! ¡Lárgate de aquí!
Furioso, Gonzalo tomó una manzana del buró y se la aventó con fuerza.
Karina esquivó de lado. La manzana rebotó en la puerta con un golpe sordo —pum—.
Ella aspiró profundo y soltó:
—Si no me cree, póngalo a prueba. Total, yo no tengo nada que perder. Sólo hay que ver si papá se atreve a dejarle todo el Grupo Galaxia al señor Boris.
Sin esperar respuesta, se dio la vuelta y salió.
...
—¡Cof... cof, cof!—
Gonzalo se atragantó de la rabia y empezó a toser sin parar.
La tía en seguida le ofreció agua, intentando calmarlo, pero no perdió la oportunidad de atizar el fuego:
—¡Esa niña está loca! ¿Cómo se atreve a amenazarte así? ¿A poco le tienes miedo a ese tal señor Boris? Mejor dile a todos que su empresa se va a la quiebra, ¡y ya!
Gonzalo se fue tranquilizando poco a poco, aunque su expresión seguía tan sombría que ya no quedaba ni rastro de ese empresario elegante que solía ser.
¿Qué había cambiado?
La tía, al ver lo pensativo que estaba, se le acercó con voz preocupada:
—Oye, hermano, ¿no será que esa niña está agarrando fuerzas de verdad? ¿Y si al final el Grupo Galaxia acaba en sus manos?
Gonzalo soltó una risita de desdén.
—¿Ella? Solo si yo lo permito. Todavía me queda mucha vida por delante. Que ni sueñe con decidir sobre mis asuntos.
De repente, sus facciones endurecidas se suavizaron un poco, como si recordara algo.
—De todos modos... ya era hora. A esas dos, a ella y a su madre, les he dado todo lo que han querido media vida. Ya va siendo tiempo de que aprendan lo que es batallar de verdad.
...
Karina salió del cuarto, caminando directo al elevador.
Apenas apretó el botón, una voz conocida, tan helada que le recorrió los huesos, sonó a sus espaldas:
—Karina, ya que viniste al hospital, ¿por qué no pasaste a verme?

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