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Renacer en el Incendio: Me Casé con Mi Salvador romance Capítulo 165

Eloísa alzó la mano y, sin darle mucha importancia, llamó a una enfermera.

—Los familiares de la paciente necesitan descansar. ¿Ya está lista la habitación?

La enfermera asintió de inmediato.

—Sí, doctora Eloísa. Está preparada, es la habitación VIP número 3, en el noveno piso.

—Bien —Eloísa levantó apenas el mentón y señaló a la joven que Lázaro llevaba en brazos—. Lleve a esta señorita primero.

La enfermera apenas iba a acercarse cuando Lázaro, sin esperar, ya había dado media vuelta con Karina en brazos y se dirigía a paso firme hacia el elevador.

Eloísa se quedó un segundo atónita, luego se metió las manos en los bolsillos y lo alcanzó.

—Sigues igual que cuando estabas en el ejército: impasible y distante.

Su mirada se deslizó por la chica en brazos de Lázaro.

—Pero esta muchachita apenas aguantó una noche y ya se desmayó. Con ese cuerpecito frágil, no va a poder con tu ritmo.

La respuesta de Lázaro fue seca, casi sin emoción.

—Sé lo que hago, no hace falta que me lo digas.

Hizo una pausa, y su voz se tornó un poco más grave.

—Gracias por lo de hoy.

Eloísa abrió los ojos sorprendida y luego soltó una carcajada.

—Vaya, conseguir que me des las gracias no es cosa de todos los días. Con esta desvelada ya valió la pena.

Lázaro añadió:

—Ella aún no sabe quién soy. Te pido que no lo menciones.

Eloísa alzó las cejas, comprendiendo.

—Ya veo. Se nota que es de las que no aguantan mucha presión. Si se entera de quién eres, seguro se asusta de muerte.

En ese momento, el elevador sonó —ding— y la puerta se abrió.

...

Lázaro cargó a Karina hasta la habitación y se acercó a la cama grande. Con mucho cuidado, la recostó, se inclinó para soltarle las agujetas y quitarle los tacones, luego la tapó con la colcha, asegurándose de que estuviera cómoda.

Eloísa se apoyó de lado contra el marco de la puerta, observando en silencio. Sus ojos, habitualmente serenos, mostraron un destello de emoción difícil de descifrar.

—Quién lo diría. El siempre impasible Lázaro, actuando así de atento y cariñoso con una mujer.

—¿No me digas que... ya caíste por ella?

Pero apenas llegó, una mano grande la sujetó del brazo y la detuvo, jalándola suavemente hacia atrás.

—Tu mamá sigue en cuidados intensivos. Aunque vayas ahora, no te dejarán entrar. Mejor come algo primero, necesitas fuerzas.

Karina finalmente recuperó la calma y recordó que la noche anterior se había desmayado por no haber comido nada.

Con su madre hospitalizada, ella no podía darse el lujo de caer también.

Se mordió el labio, decidida, y se acercó a la mesa, donde tomó un plato de avena tibia y empezó a comer a grandes cucharadas.

Aunque no tenía hambre, se obligó a terminar casi todo.

Tan pronto como terminó, salió corriendo hacia la sala de cuidados intensivos.

A través de un cristal, vio a su madre acostada en la cama, rodeada de tubos y conectada a una máquina de respiración. La imagen se le clavó en el pecho.

—Doctor, mi mamá... ¿cuándo va a despertar? —preguntó, los ojos enrojecidos por la angustia.

El médico suspiró.

—La paciente cayó por las escaleras, sufrió una hemorragia cerebral grave y el cerebro todavía está inflamado. Además, tiene el brazo derecho roto, tres costillas fracturadas y golpes internos. Hicimos todo lo posible para limpiar la sangre, pero para que despierte...

El doctor bajó la mirada.

—Hace falta tiempo. Y también dependerá de sus ganas de luchar.

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