El día del funeral de la abuelita Cruz, Mercedes Ortega, como la nuera mayor de la familia, se suponía que debía estar junto a su esposo Brayan Cruz para rendirle homenaje. Sin embargo, el hombre ni siquiera volteó a verla a ella ni a su hija; estaba demasiado ocupado atendiendo a su exnovia, como si en vez de un funeral estuvieran presentando una boda.
Ese día, el lugar estaba repleto de gente que venía a dar el pésame.
Había figuras importantes de la política y empresarios reconocidos, además de una multitud de reporteros y fotógrafos.
Los flashes no dejaban de parpadear, cegando a cualquiera que se acercara.
Mercedes apenas podía sostenerse, atrapada en un remolino de tristeza.
En vida, Teresa la había tratado con un cariño inmenso.
Cuando Mercedes estaba embarazada, Teresa le preparaba sopas cada día para fortalecerla.
Cada vez que caía enferma, Teresa la cuidaba con dedicación, preguntando por su salud y ofreciéndole consuelo.
Incluso cuando Rosalba, su hija, fue diagnosticada con autismo, Teresa nunca la rechazó; al contrario, la colmaba de mimos y parecía empeñada en darle lo mejor del mundo.
Ahora que Teresa se había ido, el dolor desgarraba a Mercedes, las lágrimas le corrían sin freno.
Fue entonces cuando su suegra, Estefanía, la sacó de un empujón.
La hizo apartarse del grupo familiar y la mandó a la entrada, mirándola con desdén antes de soltarle:
—Solo encárgate de cuidar a Rosalba, para lo demás, ni te molestes.
Así fue como Mercedes terminó presenciando la escena a la distancia...
Brayan, de pie con la espalda recta al frente del altar, vestía un traje negro impecable y un abrigo de lana, irradiando una actitud tan distante que nadie se atrevía a acercarse. Su cara, siempre atractiva, no mostraba emoción alguna; apenas sus ojos, con ese brillo apagado, dejaban ver algo de tristeza.
Pero en cuanto llegó Pamela Silva, todo cambió.
Brayan acompañó a Pamela y a su hijo a presentar sus respetos a Teresa.
De repente, la mirada de Brayan, que antes era dura como el hielo, se suavizó con una ternura inesperada.
No muy lejos, algunos reporteros que no estaban al tanto comenzaron a murmurar en voz baja.
—¿Esa de ahí no será la famosa señora Cruz? Se ve perfecta junto al señor Brayan. Y el niño, qué simpático.
—Dicen que la señora Cruz casi nunca aparece en público. Se rumora que no es digna de esa familia, pero viéndolos así, más bien parece que la esconden en casa por puro amor. Mira cómo se miran... se nota que lo suyo es profundo.
—Toma más fotos, esto seguro se va directo a la portada. Es la familia perfecta, juntos los tres...
Las cámaras disparaban sin descanso.
Al poco rato, uno de los invitados de la alta sociedad se acercó y aclaró:
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