El hedor a orina ondulaba en el aire, pues los hombres de la familia Lobaina se habían orinado del miedo. Incluso Gabriel había olvidado el dolor de su brazo perdido, pues estaba estupefacto y boquiabierto. Con voz temblorosa preguntó:
—¿Q… quién e… eres?
Mirando el lívido rostro de Gabriel y los temblorosos hombres detrás de él, Nataniel dijo con brusquedad:
—¡No eres digno de saber mi identidad! Intenté darte la oportunidad de vivir, pero no la aceptaste. ¡Acábenlo!
Bajo sus órdenes, dos soldados lo arrastraron hacia un lado y lo ejecutaron de inmediato. Ese fue el fin de Gabriel Lobaina.
Los hombres de Gabriel, que ya estaban aterrorizados, se quebraron al ver a su jefe morir. Se arrodillaron pidiendo piedad lastimosamente.
César se acercó a Nataniel y le susurró al oído:
—¿Qué hacemos con ellos?
—Arréstenlos a todos y verifiquen sus antecedentes. Castíguenlos según sus crímenes —respondió Nataniel con voz fría.
Había una razón por la que la familia Lobaina tenía tantos hombres; los utilizaban para intimidar a las personas de la ciudad. Estaba seguro de que todos estos hombres tenían que ser encarcelados por un crimen u otro.
A pesar del funesto prospecto de futuro que les esperaba, los hombres de Gabriel se sintieron muy aliviados por no haber muerto ese día. Después de todo, estar vivo y encarcelado era mejor que estar muerto y bajo tierra.
Después de dar instrucciones a César de asegurarse de que no se filtrara su identidad, Nataniel dejó que sus subalternos limpiaran todo mientras él regresaba a la ciudad.
…
En un yate de lujo en el centro de la Bahía Claro de Luna en Ciudad Fortaleza.
—¡Qué desgracia para la familia Lobaina! —murmuró alguien después de varios segundos.
Samuel estaba a la vez eufórico y arrepentido cuando escuchó que la familia Lobaina ya no estaba. Eufórico porque con Gabriel muerto, ya nadie iría tras los Sosa. Sin embargo, ¡lo lamentó, porque su esfuerzo de salvar a los Sosa fue en vano!
¡Se habían puesto a merced de la familia Zulueta por gusto! Por si fuera poco, ¡los Sosa tendrían que pagarles una «contribución» anual que representaba la mitad de sus ganancias!
—Podría decirse que fue mala suerte, pero también se lo buscaron. Nunca fueron la familia más transparente y aun así proclamaron con audacia su intención de vengarse. Los militares solo aprovecharon la oportunidad que cayó en sus manos —comentó Jorge con benevolencia.
—¡Dávila y Cruz escaparon ilesos otra vez! —dijo Samuel malhumorado.
—No te preocupes. Mataron a Noel, quien era uno de nuestros hombres. También prohibieron que se hicieran negocios turbios en Ciudad Fortaleza, lo que significa que también nos cortaron nuestros ingresos. La única razón por la que estoy aquí esta vez es para ocuparme de ellos —planteó Jorge en un tono calmado—. Mi plan inicial era que Lobaina eliminara a Cruz y a Dávila por mí; sin embargo, resultó ser un inútil. Parece que tendré que ocuparme de ellos personalmente.

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