«¿Una antigüedad con un valor de doscientos millones?».
Peni palideció. Su compañía aún debía cientos de millones, ¡no podrían dar doscientos millones ni vendiendo la casa!
Le dijo a su madre que no entrara en pánico, que Nataniel y ella irían para allá a ocuparse de ese asunto.
Nataniel notó que la cara de Peni estaba apagada después de la llamada. Frunció el ceño y le preguntó qué había pasado. Peni le explicó la situación intentando contener las lágrimas.
—Y me tenías todo preocupado creyendo que era algo espantoso. Todo estará bien mientras nadie haya resultado herido. Arriba, vamos a ver —respondió él calmado.
Los tres dejaron el complejo de piscinas y se dirigieron al mercado. Podían ver una multitud reunida afuera.
Peni se bajó del carro y se dirigió hacia allá con Reyna en sus brazos y Nataniel justo detrás. Al llegar, vieron dos vehículos dañados. Uno era el Mercedes-Benz Clase E que Nataniel le había comprado a Bartolomé y el otro era un monovolumen Toyota Alphard que costaba un poco más de un millón.
Había muchas personas merodeando y comentando, pero Leila y Bartolomé no estaban por todo aquello. Peni llamó a su madre enseguida y supo que la otra parte los había llevado a una casa de subastas que estaba cerca. Al escuchar esto, los tres se dirigieron hacia allá a toda prisa.
Al entrar a la casa de subastas, notaron un montón de hombres en traje con un aspecto feroz. Cuando vieron a Nataniel y a su familia entrar, uno se les acercó.
—¿Quiénes son ustedes? Estamos cerrados por hoy y no estamos recibiendo clientes. Regresen otro día —gruñó.
Ambos dijeron al unísono el nombre de Peni e intentaron llegar hasta ella, pero los lacayos de Pelo Amoldado lo impidieron.
Cuando Pelo Amoldado vio a Nataniel y a Peni, un destello de frialdad recorrió sus ojos, pero se deshizo de él pronto. Miró a ambos con una expresión seria.
—¿Son la hija y el yerno del viejo? Llegaron justo a tiempo. Tu padre iba en reversa y chocó nuestro auto, lo que resultó en la ruptura de una porcelana antigua. Por tanto, ¡ahora tienen que pagarnos doscientos millones en daños!
Penélope estaba abrumada, pero Nataniel habló calmado.
—Ya que fue un accidente, debemos notificar a la policía para que lo investigue. Después que analicen quién fue el culpable, podremos decidir quién será responsable de los daños. Aun cuando mi suegro sea el culpable, debemos seguir el procedimiento adecuado dictado por la ley. Luego, debemos evaluar los daños antes de discutir la indemnización. El accidente acaba de ocurrir y ni siquiera sabemos de quién fue la culpa. Por tanto, no es razonable que le exija a mi suegro que pague por los daños.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Saludo al General